Jorge E. Traslosheros
Terminó la marcha de Javier Sicilia por la paz con justicia y dignidad; pero no el movimiento. Una peregrinación que él mismo denominó “la caravana del consuelo”.
La fe que mueve a Javier, transformada en método, dio voz a las víctimas de la violencia. En el dolor se encontraron y nos llamaron. Por la caridad, que para el cristiano debe coincidir con la verdad y la justicia, el dolor se transformó en esperanza. Nos recordaron, una vez más, que sólo la caridad nos permitirá hacer un voto radical por la vida y reconstruir el tejido social. Sin embargo, es pertinente recordarlo: la caridad no es un programa político. Es una propuesta de vida. Su confusión es peligrosa.
El oportunismo político medró en la caravana y, junto a las voces de las víctimas, también se plasmó en el pacto ciudadano. De repente, la polifonía que se escuchaba denunciando la violencia parecía transformarse en un griterío incomprensible. Junto a propuestas claras apareció una miscelánea de las más disímbolas demandas. Lo más grave, así me lo parece, es que entre los gritos se escucharon amenazas de escalar los reclamos de una ciudadanía indignada por la violencia, a la violencia disfrazada de protesta social.
La no violencia es una disciplina del espíritu, no un programa de lucha política. No agrede a los ciudadanos. No utiliza la diatriba y la amenaza. Para ser eficaz debe invitar al diálogo y al encuentro. Tengo bien entendido que Javier lo tiene muy claro pues forma parte de su vida. Por lo mismo, el deslinde es necesario porque el griterío ha generado desconfianza entre quienes deberían ser el principal interlocutor del movimiento que no es el Estado, tampoco el gobierno, sino los
ciudadanos de carne y hueso.
El método que guía a Javier debe lograr que las voces de las víctimas sean más fuertes que las del oportunismo político. Así, un poco de orden en las ideas sería bueno para comunicar con eficacia. No estaría mal escuchar a viejos sabios en la lógica de la comunión de los santos. Es aquí donde Juan de Palafox tiene la palabra.
El peregrinar del obispo de Puebla también ha sido muy largo. El que se reconociera su beatitud en días pasados tardó más de trescientos años. El griterío de políticos y jesuitas impedía escuchar su voz a favor de quienes sufrían violencia, de los pobres, de los indios. Hacían imposible contemplar el testimonio de su vida. Su opción por Cristo fue radical y le valió descalabros y desprecio; pero también la santidad.
Entre el programa político del momento y el método de la fe, que son cosas muy diferentes, optó por el método de la caridad y la esperanza.
Palafox es uno los grandes pensadores de la riquísima tradición católica. Bien decía que la paz es fruto de la justicia y que ésta se hace realidad en la república de cuatro maneras: premiando a los buenos, castigando a los malos, guardándola entre las partes y haciendo buenas leyes que realmente se cumplan. Todo un programa de acción que llama a reflexión. La paz y la justicia con dignidad también pasan por poner orden en las ideas y comunicar con claridad.
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