domingo, 8 de enero de 2012

EL TESTIMONIO DE LOS PADRES, CLAVE EN LA EDUCACIÓN EN LA FE, DIJO EL PAPA




En la fiesta del Bautismo del Señor, Benedicto XVI bautizó a dieciséis niños

¡Queridos hermanos y hermanas!

Es siempre una alegría celebrar esta santa misa con los bautismos de los niños, en la fiesta del Bautismo del Señor. ¡Les saludo a todos con afecto, queridos padres, padrinos y madrinas, y a todos ustedes familiares y amigos! Han venido –lo han dicho en voz alta- para que sus recién nacidos reciban el don de la gracia de Dios, la semilla de la vida eterna. Ustedes padres lo han querido. Han pensado en el bautismo todavía antes de que su niño o su niña fueran dados a luz. Su responsabilidad de padres cristianos les hizo pensar enseguida en el sacramento que marca la entrada en la vida divina, en la comunidad de la Iglesia. Podemos decir que esta ha sido su primera decisión educativa como testimonios de la fe hacia sus hijos: ¡la elección es fundamental!

La tarea de los padres, ayudados por el padrino y la madrina, es la de educar al hijo o la hija. Educar compromete mucho, a veces es arduo para nuestras capacidades humanas, siempre limitadas. Pero educar se convierte en una maravillosa misión si se la realiza en colaboración con Dios, que es el primer y verdadero educador de cada ser humano.

En la primera lectura que hemos escuchado, sacada del libro del profeta Isaías, Dios se dirige a su pueblo justamente como un educador. Advierte a los israelitas del peligro de buscar calmar su sed y su hambre en las fuentes equivocadas: “Por qué –dice- gastáis dinero en lo que no sacia, el salario en lo que no quita el hambre?” (Is 55,2). Dios quiere darnos cosas buenas de beber y comer, cosas que nos sientan bien; mientras que a veces nosotros usamos mal nuestros recursos, los usamos para cosas que no sirven, e incluso son nocivas. Dios quiere darnos sobre todo a Sí mismo y su Palabra: sabe que alejándonos de Él nos encontraremos bien pronto en dificultad, como el hijo pródigo de la parábola, y sobre todo perderemos nuestra dignidad humana. Y por esto nos asegura que Él es misericordia infinita, que sus pensamientos y sus caminos no son como los nuestros –¡para suerte nuestra!- y que podemos siempre volver a Él, a la casa del Padre. Nos asegura pues que si acogemos su Palabra, esta traerá buenos frutos a nuestra vida, como la lluvia que riega la tierra (cfr. Is 55,10-11).

A esta palabra que el Señor nos ha dirigido mediante el profeta Isaías, hemos respondido con el estribillo del Salmo: “Sacaremos agua con alegría, de las fuentes de la salvación”. Como personas adultas, nos hemos comprometido a acudir a las buenas fuentes, por nuestro bien y el de aquellos que han sido confiados a nuestra responsabilidad, en especial ustedes, queridos padres, padrinos y madrinas, por el bien de estos niños. ¿Y cuáles son “las fuentes de la salvación”? Son la Palabra de Dios y los sacramentos. Los adultos son los primeros que deben alimentarse de estas fuentes, para poder guiar a los más jóvenes en su crecimiento. Los padres deben dar mucho, pero para poder dar necesitan a su vez recibir, si no se vacían, se secan. Los padres no son la fuente, como tampoco nosotros los sacerdotes somos la fuente: somos más bien como canales, a través de los cuales debe pasar la savia vital del amor de Dios. Si nos separamos de la fuente, seremos los primeros en resentirnos negativamente y no seremos ya capaces de educar a otros. Por esto nos hemos comprometido diciendo: “Sacaremos agua con alegría, de las fuentes de la salvación”.

Y vamos ahora a la segunda lectura y al Evangelio. Nos dicen que la primera y principal educación se da mediante el testimonio. El Evangelio nos habla de Juan el Bautista. Juan fue un gran educador de sus discípulos, porque los condujo al encuentro con Jesús, del cual dio testimonio. No se exaltó a sí mismo, no quiso tener a los discípulos atados a sí mismo. Aunque era un gran profeta, su fama era muy grande. Cuando llegó Jesús, dio un paso atrás y le señaló: “Viene tras de mí el que es más fuerte que yo... Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo”(Mc 1,7-8). El verdadero educador no ata a las personas a sí, no es posesivo. Quiere que el hijo, o el discípulo, aprendan a conocer la verdad, y establezca con ella una relación personal. El educador realiza su deber hasta el fondo, no hace faltar su presencia atenta y fiel; pero su objetivo es que el educando escuche la voz de la verdad hablar a su corazón y la siga en un camino personal.
Volvamos ahora al testimonio. En la segunda lectura, el apóstol Juan escribe: “Es el Espíritu el que da testimonio” (I Jn 5,6). Se refiere al Espíritu Santo, el Espíritu de Dios, que da testimonio de Jesús, atestiguando que es el Cristo, el Hijo de Dios. Se ve esto también en la escena del bautismo en el río Jordán: el Espíritu Santo desciende sobre Jesús como una paloma para revelar que Él es el Hijo Unigénito del eterno Padre (cfr. Mc 1,10). También en su Evangelio Juan subraya este aspecto, allí donde Jesús dice a los discípulos: “Cuando venga el Paráclito, el Espíritu de la verdad que yo os enviaré y que procede del Padre, él dará testimonio sobre mí. Vosotros mismos seréis mis testigos, porque habéis estado conmigo desde el principio” (Jn 15,26-27). Esto es para nosotros confortante en el compromiso de educar en la fe, porque sabemos que no estamos solos y que nuestro testimonio está sostenido por el Espíritu Santo.

Es muy importante para vosotros, padres, y también para los padrinos y madrinas, creer fuertemente en la presencia y en la acción del Espíritu Santo, invocarlo y acogerlo en vosotros, mediante la oración y los sacramentos. Es Él de hecho el que ilumina la mente, caldea el corazón del educador para que sepa transmitir el conocimiento y el amor de Jesús. La oración es la primera condición para educar, porque orando nos ponemos en disposición de dejar a Dios la iniciativa, de confiarle los hijos, a los que conoce antes y mejor que nosotros, y sabe perfectamente cuál es su verdadero bien. Y, al mismo tiempo, cuando oramos nos ponemos a la escucha de las inspiraciones de Dios para hacer bien nuestra parte, que de todos modos nos corresponde y debemos realizar. Los sacramentos, especialmente la eucaristía y la penitencia, nos permiten realizar la acción educativa en unión con Cristo, en comunión con Él y continuamente renovados por su perdón. La oración y los sacramentos nos obtienen aquella luz de verdad, gracias a la cual podemos ser al mismo tiempo tiernos y fuertes, usar dulzura y firmeza, callar y hablar en el momento adecuado, reprender y corregir en modo justo.

Queridos amigos, invoquemos por tanto juntos al Espíritu Santo para que descienda en abundancia sobre estos niños, les consagre a imagen de Jesucristo, y les acompañe siempre en el camino de su vida. Los confiamos a la guía materna de María santísima, para que crezcan en edad, sabiduría y gracia y se conviertan en verdaderos cristianos, testigos fieles y gozosos del amor de Dios. Amén.

lunes, 26 de diciembre de 2011

BENEDICTO XVI: EL PRÍNCIPE DE LA PAZ CONCEDA PAZ Y ESTABILIDAD A LA TIERRA



Mensaje papal por Navidad

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 25 diciembre 2011 (ZENIT.org).- A las doce de mediodía de este domingo 25 de diciembre, solemnidad de la Natividad del Señor, desde el balcón de la Bendición de la basílica vaticana, Benedicto XVI dirigió el tradicional mensaje navideño a los fieles presentes en la plaza de San Pedro y a cuantos los escuchaban por la radio y la televisión. Sigue el texto del mensaje del papa para la Navidad 2011.
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Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero:
Cristo nos ha nacido. Gloria a Dios en el cielo, y paz a los hombres que él ama. Que llegue a todos el eco del anuncio de Belén, que la Iglesia católica hace resonar en todos los continentes, más allá de todo confín de nacionalidad, lengua y cultura. El Hijo de la Virgen María ha nacido para todos, es el Salvador de todos.
Así lo invoca una antigua antífona litúrgica: «Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ven a salvarnos, Señor Dios nuestro». Veni ad salvandum nos. Este es el clamor del hombre de todos los tiempos, que siente no saber superar por sí solo las dificultades y peligros. Que necesita poner su mano en otra más grande y fuerte, una mano tendida hacia él desde lo alto. Queridos hermanos y hermanas, esta mano es Cristo, nacido en Belén de la Virgen María. Él es la mano que Dios ha tendido a la humanidad, para hacerla salir de las arenas movedizas del pecado y ponerla en pie sobre la roca, la roca firme de su verdad y de su amor (cf. Sal 40,3).
Sí, esto significa el nombre de aquel niño, el nombre que, por voluntad de Dios, le dieron María y José: se llama Jesús, que significa «Salvador» (cf. Mt 1,21; Lc 1,31). Él fue enviado por Dios Padre para salvarnos sobre todo del mal profundo arraigado en el hombre y en la historia: ese mal de la separación de Dios, del orgullo presuntuoso de actuar por sí solo, del ponerse en concurrencia con Dios y ocupar su puesto, del decidir lo que es bueno y es malo, del ser el dueño de la vida y de la muerte (cf. Gn 3,1-7). Este es el gran mal, el gran pecado, del cual nosotros los hombres no podemos salvarnos si no es encomendándonos a la ayuda de Dios, si no es implorándole: «Veni ad salvandum nos - Ven a salvarnos».
Ya el mero hecho de esta súplica al cielo nos pone en la posición justa, nos adentra en la verdad de nosotros mismos: nosotros, en efecto, somos los que clamaron a Dios y han sido salvados (cf. Est 10,3f [griego]). Dios es el Salvador, nosotros, los que estamos en peligro. Él es el médico, nosotros, los enfermos. Reconocerlo es el primer paso hacia la salvación, hacia la salida del laberinto en el que nosotros mismos nos encerramos con nuestro orgullo. Levantar los ojos al cielo, extender las manos e invocar ayuda, es la vía de salida, siempre y cuando haya Alguien que escucha, y que pueda venir en nuestro auxilio.
Jesucristo es la prueba de que Dios ha escuchado nuestro clamor. Y, no sólo. Dios tiene un amor tan fuerte por nosotros, que no puede permanecer en sí mismo, que sale de sí mismo y viene entre nosotros, compartiendo nuestra condición hasta el final (cf. Ex 3,7-12). La respuesta que Dios ha dado en Jesús al clamor del hombre supera infinitamente nuestras expectativas, llegando a una solidaridad tal, que no puede ser sólo humana, sino divina. Sólo el Dios que es amor y el amor que es Dios podía optar por salvarnos por esta vía, que es sin duda la más larga, pero es la que respeta su verdad y la nuestra: la vía de la reconciliación, el diálogo y la colaboración.
Por tanto, queridos hermanos y hermanas de Roma y de todo el mundo, dirijámonos en esta Navidad 2011 al Niño de Belén, al Hijo de la Virgen María, y digamos: «Ven a salvarnos». Lo reiteramos unidos espiritualmente tantas personas que viven situaciones difíciles, y haciéndonos voz de los que no tienen voz.
Invoquemos juntos el auxilio divino para los pueblos del Cuerno de África, que sufren a causa del hambre y la carestía, a veces agravada por un persistente estado de inseguridad. Que la comunidad internacional no haga faltar su ayuda a los muchos prófugos de esta región, duramente probados en su dignidad.
Que el Señor conceda consuelo a la población del sureste asiático, especialmente de Tailandia y Filipinas, que se encuentran aún en grave situación de dificultad a causa de las recientes inundaciones.
Y que socorra a la humanidad afligida por tantos conflictos que todavía hoy ensangrientan el planeta. Él, que es el Príncipe de la paz, conceda la paz y la estabilidad a la Tierra en la que ha decidido entrar en el mundo, alentando a la reanudación del diálogo entre israelíes y palestinos. Que haga cesar la violencia en Siria, donde ya se ha derramado tanta sangre. Que favorezca la plena reconciliación y la estabilidad en Irak y Afganistán. Que dé un renovado vigor a la construcción del bien común en todos los sectores de la sociedad en los países del norte de África y Oriente Medio.
Que el nacimiento del Salvador afiance las perspectivas de diálogo y la colaboración en Myanmar, en la búsqueda de soluciones compartidas. Que el nacimiento del Redentor asegure estabilidad política en los países de la región africana de los Grandes Lagos y fortalezca el compromiso de los habitantes de Sudán del Sur para proteger los derechos de todos los ciudadanos
Queridos hermanos y hermanas, volvamos la vista a la gruta de Belén: el niño que contemplamos es nuestra salvación. Él ha traído al mundo un mensaje universal de reconciliación y de paz. Abrámosle nuestros corazones, démosle la bienvenida en nuestras vidas. Repitámosle con confianza y esperanza: «Veni ad salvandum nos».



lunes, 21 de noviembre de 2011

Ejercicio del poder es don que viene de Dios, dice el Papa



VATICANO, 16 Nov. 11 / 09:46 am (ACI/EWTN Noticias)

En la audiencia general de este miércoles el 
Papa Benedicto XVI dedicó la última de sus catequesis sobre el ciclo de los salmos al Salmo 110 y explicó que Cristo es el Rey humilde, servidor y entregado por amor al que los fieles y los gobernantes deben seguir e imitar ya que el ejercicio del poder es un don que viene de Dios.
Ante unos 11 mil fieles en la Plaza de San Pedro, el Papa dijo que "el ejercicio del poder es un encargo que el rey recibe directamente del Señor, una responsabilidad que debe vivir en la dependencia y en la obediencia, siendo así signo de la presencia potente y providente de Dios en medio del pueblo".
"El dominio sobre los enemigos, la gloria y la victoria son dones recibidos que hacen del soberano un mediador del triunfo divino sobre el mal", agregó.
Benedicto XVI indicó que el Salmo 110 es "un salmo que citó Jesús mismo, y que los autores del Nuevo Testamento retoman y leen ampliamente refiriéndolo al Mesías".
"Es un salmo muy amado en la Iglesia antigua y por los creyentes de todos los tiempos", que celebra "al Mesías victorioso, glorificado a la derecha de Dios", añadió.
El salmo comienza con una solemne declaración: "Oráculo del Señor a mi señor: ‘Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos como estrado de tus pies’". El Papa Benedicto XVI explicó que "es Cristo el Señor entronizado, el Hijo del hombre sentado a la derecha de Dios".
"Es Él el verdadero rey que con la resurrección ha entrado en la gloria (…), superior a los ángeles, sentado en los cielos por encima de toda potencia y potestad, y con todos los adversarios a sus pies hasta que derrote definitivamente a la última enemiga, la muerte".
El Papa destacó luego que entre el rey celebrado en el salmo y Dios existe una relación inseparable: "Los dos gobiernan juntos, hasta el punto de que el salmista afirma que Dios mismo entrega el cetro al soberano, diciéndole que domine a sus adversarios".
En el versículo 4 aparece la dimensión sacerdotal ligada a la realeza: "El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: ‘Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec’".
Este sacerdote, rey de Salem, bendijo a Abraham y ofreció pan y vino después de la victoriosa campaña militar dirigida por el patriarca para salvar a Lot de los enemigos que lo habían capturado.
El rey del salmo "será sacerdote para siempre, mediador de la presencia divina en medio de su pueblo, de la bendición que viene de Dios". Jesucristo "es el verdadero y definitivo sacerdote que cumple los rasgos sacerdotales de Melquisedec haciéndolos perfectos".
En efecto, precisó el Papa, en el pan y el vino de la Eucaristía, Cristo "se ofrece a sí mismo y, tras vencer la muerte, trae vida a todos los creyentes".
Los versículos finales muestran "la visión del soberano triunfante que, apoyado en el Señor y habiendo recibido de Él poder y gloria, se opone a los enemigos derrotando a los adversarios y juzgando a las naciones" en una victoria definitiva.
La tradición de la Iglesia considera este salmo como uno de los textos mesiánicos más significativos: "el rey cantado por el salmista es Cristo, el Mesías que instaura el reino de Dios y vence las potencias del mundo, es el Verbo generado por el Padre antes de toda criatura; el Hijo encarnado, muerto y resucitado que ascendió a los cielos, el sacerdote eterno que, en el misterio del pan y del vino, perdona los pecados y reconcilia con Dios, el rey que levanta la cabeza triunfando sobre la muerte con su resurrección".
El Salmo, afirmó Benedicto XVI, invita a "contemplar a Cristo para comprender el sentido de la verdadera realeza, que hay que vivir en el servicio y la entrega, en un camino de obediencia y de amor llevado ‘hasta el fin’".
"Rezando este salmo, pidamos al Señor que podamos avanzar nosotros también por sus caminos siguiendo a Cristo, el rey Mesías, dispuestos a subir con Él al monte de la cruz para llegar con Él a la gloria y contemplarlo sentado a la derecha del Padre, rey victorioso y sacerdote misericordioso que perdona y salva a todos los hombres".
Finalmente el Santo Padre comentó que en la serie de catequesis dedicadas a los salmos, ha elegido algunos "que reflejan las diversas situaciones de la vida y estados de ánimo que podemos sentir respecto a Dios. Quisiera renovar la invitación a rezar más con los salmos, quizá usando la Liturgia de las Horas, Laudes por la mañana, Vísperas por la tarde y Completas antes de dormir. Nuestra relación con Dios se enriquecerá en el camino diario hacia Él".
En su saludo en español el Papa se dirigió especialmente a los peregrinos de Venezuela, España, México, Chile, Colombia, El Salvador y otros países latinoamericanos. "Invito a todos a enriquecer vuestra relación con Dios con el rezo piadoso de los salmos, especialmente en la liturgia de las horas. Muchas gracias por vuestra visita", dijo.
Tras la catequesis y durante los saludos en diversas lenguas, el Papa Benedicto XVI se dirigió en polaco al Colegio de Rectores Magníficos de los Ateneos de Wroclaw, Opole, Częstochowa y Zielona Góra, para agradecerles el galardón académico con que lo han galardonado.
"En este título veo el aprecio por el compromiso de la Iglesia en el campo educativo y cultural.", finalizó.



jueves, 3 de noviembre de 2011

Iglesia en crisis de Fe


Escrito por  Mons. Felipe Arizmendi Esquivel


VER

Que nuestra Iglesia Católica, a través de su historia bimilenaria, ha pasado por algunas crisis, es innegable. Que los casos de pederastia clerical han provocado deserción de algunos fieles, es verdad, pero no es una debacle; en muchos lugares, nada ha afectado la confianza en la Iglesia. Que pasa por una crisis de fe, no me atrevería a afirmarlo, a no ser porque así lo expresó el Papa Benedicto XVI en su viaje a Alemania. La refería a su propio país, pero la amplía: “Vemos que en nuestro opulento mundo occidental hay carencias. A muchos les falta la experiencia de la bondad de Dios. No encuentran un punto de contacto con las Iglesias institucionales y sus estructuras tradicionales. Pero, ¿por qué? Pienso que ésta es una pregunta sobre la que debemos reflexionar muy seriamente. Permitidme afrontar aquí un aspecto de la específica situación alemana. En Alemania, la Iglesia está organizada de manera óptima. Pero, detrás de las estructuras, ¿hay una fuerza espiritual correspondiente, la fuerza de la fe en el Dios vivo? Debemos decir sinceramente que hay un desfase entre las estructuras y el Espíritu. Y añado: La verdadera crisis de la Iglesia en el mundo occidental es una crisis de fe. Si no llegamos a una verdadera renovación en la fe, toda reforma estructural será ineficaz… En la historia, algunos finos observadores han señalado frecuentemente que el daño a la Iglesia no lo provocan sus adversarios, sino los cristianos mediocres” (24-IX-2011). “Desde hace decenios, asistimos a una disminución de la práctica religiosa, constatamos un creciente distanciamiento de una notable parte de los bautizados de la vida de la Iglesia… La renovación de la Iglesia puede llevarse a cabo solamente mediante la disponibilidad a la conversión y una fe renovada” (25-IX-2011).


Para encarar esta crisis, nos ha convocado a un Año de la Fe, del 11 de octubre de 2012, cincuenta aniversario del inicio del Concilio Vaticano II, al 24 de noviembre de 2013, solemnidad de Cristo, Rey Universal.


JUZGAR

¿Hay crisis de fe entre nosotros? No puedo generalizar, pero se dan situaciones que nos hacen caer en la cuenta de que en efecto la hay. Por ejemplo, cuantos bautizados viven como si Dios no existiera para ellos; nunca norman sus criterios y sus comportamientos por la Palabra de Dios, sino por las modas y por lo que hacen otros; roban, extorsionan, secuestran, violan, asesinan, corrompen, trafican con drogas y con personas; no conocen su fe y se dejan atrapar por otras creencias. Aunque se declaren creyentes, su fe es una llama que se extinguió, o es muy débil. Es el caso de algunos empresarios católicos que explotan a sus empleados y defraudan al fisco; de unos políticos, legisladores y gobernantes que disimulan o niegan su fe, limitándola a su vida privada; en sus decisiones no se refleja el Evangelio. O de algunos de nosotros, agentes de pastoral, cuando ocultamos nuestra identidad y queremos diluirnos entre la gente, no por inserción evangélica, sino por vergüenza y temor al qué dirán; cuando resaltamos más las exigencias sociales y políticas de la fe, que nuestra pasión por Jesucristo, único camino de verdad y vida plena; cuando no somos hombres y mujeres de oración y de Eucaristía; cuando no amamos y servimos en verdad a los pobres. Preguntémonos cómo está nuestra fe.


ACTUAR

¿Qué hacer? “La Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del Continente. Necesitamos que cada comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradiación de la vida en Cristo. Esperamos un nuevo Pentecostés que nos libre de la fatiga, la desilusión, la acomodación al ambiente; una venida del Espíritu que renueve nuestra alegría y nuestra esperanza” (DA 362).


Ofrezco un folleto titulado CONSOLIDEMOS NUESTRA FE, editado por nuestra Conferencia Episcopal, que intenta ayudar a clarificar puntos cuestionados. Se puede consultar en la página www.diocesisdesancristobal.com.mx  y difundirlo libremente. Oremos también al Espíritu Santo que nos confirme en la fe.


+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas


www.cem.org.mx

jueves, 30 de junio de 2011

De Juan de Palafox a Javier Sicilia



Jorge E. Traslosheros 

Terminó la marcha de Javier Sicilia por la paz con justicia y dignidad; pero no el movimiento. Una peregrinación que él mismo denominó “la caravana del consuelo”.


La fe que mueve a Javier, transformada en método, dio voz a las víctimas de la violencia. En el dolor se encontraron y nos llamaron. Por la caridad, que para el cristiano debe coincidir con la verdad y la justicia, el dolor se transformó en esperanza. Nos recordaron, una vez más, que sólo la caridad nos permitirá hacer un voto radical por la vida y reconstruir el tejido social. Sin embargo, es pertinente recordarlo: la caridad no es un programa político. Es una propuesta de vida. Su confusión es peligrosa.


El oportunismo político medró en la caravana y, junto a las voces de las víctimas, también se plasmó en el pacto ciudadano. De repente, la polifonía que se escuchaba denunciando la violencia parecía transformarse en un griterío incomprensible. Junto a propuestas claras apareció una miscelánea de las más disímbolas demandas. Lo más grave, así me lo parece, es que entre los gritos se escucharon amenazas de escalar los reclamos de una ciudadanía indignada por la violencia, a la violencia disfrazada de protesta social.


La no violencia es una disciplina del espíritu, no un programa de lucha política. No agrede a los ciudadanos. No utiliza la diatriba y la amenaza. Para ser eficaz debe invitar al diálogo y al encuentro. Tengo bien entendido que Javier lo tiene muy claro pues forma parte de su vida. Por lo mismo, el deslinde es necesario porque el griterío ha generado desconfianza entre quienes deberían ser el principal interlocutor del movimiento que no es el Estado, tampoco el gobierno, sino los 
ciudadanos de carne y hueso.



El método que guía a Javier debe lograr que las voces de las víctimas sean más fuertes que las del oportunismo político. Así, un poco de orden en las ideas sería bueno para comunicar con eficacia. No estaría mal escuchar a viejos sabios en la lógica de la comunión de los santos. Es aquí donde Juan de Palafox tiene la palabra.


El peregrinar del obispo de Puebla también ha sido muy largo. El que se reconociera su beatitud en días pasados tardó más de trescientos años. El griterío de políticos y jesuitas impedía escuchar su voz a favor de quienes sufrían violencia, de los pobres, de los indios. Hacían imposible contemplar el testimonio de su vida. Su opción por Cristo fue radical y le valió descalabros y desprecio; pero también la santidad. 


Entre el programa político del momento y el método de la fe, que son cosas muy diferentes, optó por el método de la caridad y la esperanza.
Palafox es uno los grandes pensadores de la riquísima tradición católica. Bien decía que la paz es fruto de la justicia y que ésta se hace realidad en la república de cuatro maneras: premiando a los buenos, castigando a los malos, guardándola entre las partes y haciendo buenas leyes que realmente se cumplan. Todo un programa de acción que llama a reflexión. La paz y la justicia con dignidad también pasan por poner orden en las ideas y comunicar con claridad.

jtraslos@hotmail.com

lunes, 30 de mayo de 2011

Un fracaso dentro de la crisis de una época


El escándalo de los abusos de menores por parte de sacerdotes en Estados Unidos surgió cuando la explosión de casos ya había pasado. Aquella fue una crisis propia de una época turbulenta, la revolución sexual (o sus inicios). Es lo que subraya un nuevo estudio realizado por un equipo de investigadores del John Jay College of Criminal Justice, que ya en 2004 publicó una investigación sobre las dimensiones del fenómeno (cfr. artículo relacionado). Esta vez ha hecho un trabajo más difícil, investigar las causas, que le ha llevado casi cinco años.
Firmado por Rafael Serrano http://www.aceprensa.com/site_media/img/link_icon.gif  
Fecha:
 23 Mayo 2011 
Como el anterior, el segundo estudio fue encargado por la Conferencia Episcopal, que ha pagado la mayor parte del costo. También han contribuido a financiarlo varias instituciones católicas. El John Jay College, de la City University of New York, está especializado en criminología y es una institución externa a la Iglesia.
Según el primer informe, en el periodo 1950-2002 hubo denuncias de abusos sexuales contra 4.392 sacerdotes, que suponen el 4% de los sacerdotes activos en esos años. Una parte muy pequeña (149 sacerdotes) acumulaban el 27% de las denuncias.

Los años en que hubo casi todos los abusos fueron los de la revolución sexual y los de menor satisfacción de los sacerdotes con su ministerio
Contra lo que han dicho algunos, destacar el influjo de los revueltos años 60 y 70 no significa que la Iglesia se exculpe a sí misma por medio de los investigadores que contrató. El extenso estudio (150 páginas) señala también, entre los múltiples factores que provocaron a la crisis, la tardía reacción de los responsables eclesiásticos, que se preocuparon más de evitar la publicidad y atender psicológicamente a los culpables de abusos que de ayudar a las víctimas. Esto, que era sabido, contribuyó a que se prolongara la crisis, pero no explica cómo empezó todo.
Los investigadores se encontraron frente a un fenómeno singular. En el periodo contemplado por el estudio, 1950-2010, los casos de abusos empezaron siendo en torno a un centenar anual, se multiplicaron rápidamente hacia 1960, llegaron a cerca mil al año en los setenta y ochenta, y tuvieron un descenso aún más pronunciado que la subida, sobre todo desde 1985 (ver gráfico). Desde principios de los años noventa están por debajo del nivel inicial. Como se ve, hubo una “explosión” temporal de abusos. ¿Qué pasó en aquellos años?
El celibato no tiene culpa
La causa no pudo ser, dice el informe, ni el sacerdocio exclusivamente masculino ni el celibato, pese a lo que han dicho algunos: como lo uno y lo otro han permanecido antes, durante y después de la crisis, no han podido provocarla.

Fallaron claramente la prevención y la vigilancia, pues la mayoría de los abusos no salieron a la luz hasta muchos años después
Tampoco hubo una “epidemia” de pederastia. Entre los casos de abusos, los de pederastas (atraídos por niños impúberes) son una pequeña minoría cuyo número se mantuvo prácticamente constante durante los 60 años estudiados. En cambio, la mayor parte, que son los que abusaron de adolescentes varones y los que abusaron de chicos de uno u otro sexo, sí siguen la evolución general, con el rápido ascenso en los años sesenta y la caída en los ochenta. Por otro lado, la tipología de los abusadores apenas revela rasgos (psicológicos, patológicos...) que los distingan claramente de los demás sacerdotes.
Por eso se impone la hipótesis de que fue la crisis de una época. Pero no la de una generación formada en aquellos años confusos, sino de unos sacerdotes de distintas generaciones que vivieron entonces. Casi la mitad de los abusadores fueron ordenados antes de los años sesenta, y por tanto no les afectó la relajación en los seminarios iniciada en ese periodo. Fue algo propio de aquellas décadas que influyó en sacerdotes de distintas edades y formación. Y lo que les inclinó a cometer abusos no es una única causa, sino un conjunto complejo de factores.
Años confusos
Los años de la crisis, señala el informe, coinciden con una especie de sacudida en la sociedad, con rápidos cambios de criterios en ámbitos como la familia, la realización individual o la sexualidad. Esa misma época, según las encuestas disponibles, es la de menor satisfacción de los sacerdotes con su ministerio y la de más defecciones. En ese ambiente general, diversas circunstancias personales favorecieron que algunos comenzasen a abusar de menores.
Como ya se ha dicho, no se encuentra ningún factor que resulte estadísticamente determinante; pero algunos son más frecuentes entre los sacerdotes acusados. En una parte de los casos, influyeron situaciones de tensión por sobrecarga de trabajo u otras dificultades en condiciones de aislamiento y falta de apoyo por parte de otros sacerdotes. Un síntoma señalado en el estudio es que en aquellos tiempos muchos sacerdotes abandonaron la dirección espiritual.
En cuanto a características personales de los sacerdotes que cometieron abusos, entre las que presentan alguna relevancia estadística está haber recibido poca educación sexual en la familia, cosa que es más frecuente en los ordenados antes de los años sesenta. Otra es haber sido objeto ellos mismos de abusos sexuales cuando eran niños o adolescentes; pero aunque esto tiene una fuerte correlación con la comisión de abusos, son pocos los sacerdotes que están en ese caso.
Falló la prevención
Iniciada la crisis, la inacción o débil respuesta por parte de las autoridades eclesiásticas favoreció que se prolongara, pero en realidad no fue tan decisiva. Como anota el informe, en 1985 –año en que los abusos comenzaron a disminuir muy rápidamente– se habían producido ya el 80% de los casos, pero solo se habían denunciado a las diócesis el 6%. Por tanto, en gran parte, el problema durante la crisis misma no fue que no se castigaran con decisión los abusos, sino que no se conocían. Más grave que el fallo de la represión fue el de la prevención y la vigilancia.
En esto, a su vez, tuvo mucho que ver el ambiente de entonces, de poca transparencia, que protegía más a los investidos de autoridad que a las víctimas. Pues en todos los ámbitos, los menores que sufren abusos tienden a callar por miedo o vergüenza si no tienen alguna persona de confianza con quien hablar o prevén que su denuncia no será creída.
Es significativo que en el periodo 1950-1984 las diócesis recibieron solo 810 denuncias, pero cerca de la mitad fueron hechas por los padres u otros familiares de las víctimas; además, casi el 60% del total llegaron menos de un año después de los hechos y tres cuartas partes, antes de dos años. Como luego resultó claro, hasta entonces solo había hablado una pequeña minoría. A partir de 1990 se presentaron miles de denuncias, en su gran mayoría por las propias víctimas, ya adultas, o sus abogados, y con una dilación media de 20-30 años.
Cambio de mentalidad
La otra gran incógnita que se plantea el estudio es cómo acabó la crisis. Tampoco aquí se encuentra una pistola humeante. Entre otros factores, el estudio atribuye bastante importancia a la introducción de programas de formación humana en el plan de estudios de los seminarios a partir de los años ochenta. Esa medida, que luego se reforzó en aplicación de la exhortación apostólica Pastores dabo vobis de Juan Pablo II, pretendía capacitar mejor a los sacerdotes para las exigencias de la castidad y el celibato. Y en efecto, señala el informe, el desarrollo de tales programas concuerda con la disminución de los abusos; pero el descenso había comenzado antes.
También influyó el cambio de la mentalidad social, con una conciencia más viva de la gravedad que revisten los abusos de menores. A esto contribuyó el activismo de las víctimas, que dieron a conocer sus sufrimientos. De todas formas, también la aparición de estos factores es varios años posterior al comienzo del declive de los abusos, y por tanto en parte independiente de ellos. Sin una reacción ni unas campañas tan fuertes, los abusos de menores disminuyeron también en otros ámbitos, aunque no tan rápidamente como en la Iglesia católica.
Nueva transparencia de la Iglesia
Al intentar esclarecer las causas de la crisis de abusos sexuales en la Iglesia de Estados Unidos, los investigadores del John Jay College se encuentran con la dificultad de no tener puntos de comparación para identificar lo específico del caso católico. “Ninguna otra institución –dice el informe– ha llevado a cabo un estudio público de los abusos sexuales y, en consecuencia, no hay datos comparables a los reunidos y dados a conocer por la Iglesia católica”.
Las recomendaciones del estudio se centran en la prevención. Los investigadores subrayan la necesidad de evitar las ocasiones: que los sacerdotes no se encuentren en circunstancias que favorezcan intimar de modo impropio con chicos. También insisten en que se apliquen plenamente las directrices aprobadas por la Conferencia Episcopal y la Santa Sede. La Iglesia, dice el estudio, ha reaccionado, pero los cambios necesarios aún no están completos.


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Cuando ella gana más que él: ¿se afecta la relación matrimonial?


Cada vez son más las mujeres que se adhieren a la fuerza laboral para poder contribuir a la economía familiar, incluso muchas de ellas alcanzan cargos superiores, y por consiguiente, mejores sueldos que sus esposos, pero ¿afecta esto la relación matrimonial?
Hasta hace poco era normal que el hombre asumiera el rol de proveedor de recursos para el hogar, y la mujer el cuidado de los hijos y el hogar. Pero los tiempos han cambiado, y ahora son numerosas las mujeres, que por decisión propia o necesidad, han tenido que compaginar el papel de madres con el de ejecutivas, llegando a ser exitosas y muy profesionales en sus quehaceres. Sin embrago, esta situación puede ser motivo de conflicto; bien porque las parejas no logran afrontar adecuadamente la situación, o bien porque la cultura del rol varonil está fuertemente marcada y resulta impensable que sea la mujer quien suministre mayores recursos al hogar.
No está demás aclarar, que por fortuna existen matrimonios que viven bajo estas circunstancias, las cuales no comprometen su estabilidad, puesto que las asumen como una oportunidad para fortalecer la economía familiar y además tienen muy presente que la valía personal no está sujeta a los ingresos (lo que implica un alto grado de madurez).

¿Qué ocurre entonces en los matrimonios donde sí hay conflicto por este motivo?

Actitudes que ponen en juego a las parejas

Los problemas suelen comenzar con un detonante distinto al tema dinero, pero después se descubrirá que es éste el causante de las continuas discusiones.
Por lo general, el hombre comienza a mostrar comportamientos que denotan un nivel bajo de autoestima, inseguridad, frustración e incluso algunos síntomas de depresión. “Estos sentimientos se dan a partir de ideas o reglas que ya se tienen como que `la persona que gana un mejor sueldo es porque es más inteligente y puede lograr mejores oportunidades´. Todo esto es producto de la relación de equivalencia que se ha hecho entre sueldo-poder, sueldo-éxito, éxito-admiración.” Puntualiza la psicóloga Claudia Zabala. *finanzaspersonales.com.co
Y es que el hecho de que estos paradigmas estén tan incrustados en las personas, no es gratis. Desde los inicios de la evolución humana, el hombre ha sido el líder de su grupo familiar, su posición jerárquica se ha caracterizado por ser dominante y aunque la esposa ha mostrado ser su acompañante incondicional, ha debido estar también bajo su sombra. Así que cuando este modelo se transforma, es cuando se abren las puertas para el campo de batalla.
Por otro lado, es común encontrar que las mujeres comienzan a manifestar ciertos vientos de superioridad, emiten comparaciones indeseables por el hecho de estar mejor remuneradas que sus esposos y otras actitudes algo humillantes que obviamente provocan enfados. Además pueden sentir que sus decisiones deben tener más peso dentro de la familia y así quitarle valor a la opinión de sus cónyuges. De esta manera, ellas pueden descubrir facetas hasta el momento desconocidas de sus maridos, lo que puede llevarlas al desencanto.

¿Cuáles son las consecuencias?

Los especialistas resaltan diversas secuelas de este tipo de situaciones, como puede ser el deterioro de la relación precedido de comportamientos hostiles, el detrimento del auto-concepto de los involucrados, la búsqueda de actividades satisfactorias fuera del hogar y en los casos más extremos, el divorcio.

¿Cómo manejar esta situación?

La recomendación entonces, comienza por dar mayor importancia a los logros, esfuerzos, desempeño del cónyuge, sin tener de por medio el factor dinero. Requiere cambiar la idea de que el poder y el dinero están vinculados. En el matrimonio existe algo llamado “comunión”: todo es de todos, decisiones, bienes, dificultades, tristezas, alegrías…
Los aportes que cada quien hace al hogar, deben ser igualmente valorados sin percatarse si son monetarios o no. Se debe tener claro que dedicar tiempo a la educación de los hijos, el cuidado de la casa, etc. también son aportes supremamente significativos.
Algo clave en este tema, es nunca perder la admiración por el cónyuge. Cuando se deja de admirar a quien se ama, sus fortalezas y esfuerzos serán pisoteados. Haga lo que haga, (siempre y cuando no vaya en contra de las leyes y la integridad humana) se debe apoyar al esposo/a, lo que implica también ayudarle a ser cada vez mejor en su actividad profesional.
Cuando ambos trabajan...

La autora Sylvia Villarreal de Lozano expone algunos consejos para los matrimonios donde ambos trabajan:

No compitan. No se trata de una competencia. Cada quien debe sentirse orgulloso de su puesto, sea cual sea, y debe ocurrir lo mismo con el de la pareja.

Reconozcan sus logros. Por pequeños que puedan parecer, es importante motivar a la pareja en todo lo que realice, y de igual manera también el otro debe apoyarle a llevar a cabo las metas.

Piensen en un beneficio mutuo. Se trata de apoyarse en todo momento. No hay que enojarse cuando se requiera que uno de los dos responda económicamente por más cosas. El hecho de que ser hombre, no quiere decir que tenga que ser el único sustento y que siempre será autosuficiente.

Administren el tiempo. Distribuyan los quehaceres y las tareas del hogar. Cuando ambos trabajan, es imposible que sólo uno se encargue de todo. Lo mejor es que platiquen y lleguen a un acuerdo en donde ambos resulten recompensados de igual manera.

No permitan que se acaben los detalles. El hecho de que ahora la esposa también trabaje no quiere decir que es menos mujer, menos femenina, o que deje de ser una dama y su esposo un caballero. Recuerden, ¡la caballerosidad y la femineidad jamás pasarán de moda!

Y no olviden... Para que un matrimonio funcione se requiere de dos; que ambos se ayuden, se tengan confianza, se comuniquen, se valoren, se den libertad y sobre todo, que se amen y se lo hagan saber a cada instante.


REFORMA A LA CONSTITUCIÓN MEXICANA ES CONTRARIA A LA VIDA Y A LA FAMILIA.



México: ¿qué se juega con la reforma de la Constitución?

Anselmo López de Orozco.

“La lucha es un deber y no una especulación para los que nos preciamos de católicos. Demos gracias a Dios de habernos otorgado el combate, y no pidamos sobre la gracia del combate la gracia del triunfo a aquel que en su bondad infinita reserva a los que combaten bien por su causa una recompensa mayor que la victoria” (Juan Donoso Cortés).

El pasado 8 de marzo, el Senado de México aprobó el texto de la reforma constitucional, el cual fue girado, el 23 de marzo, a las 31 legislaturas de los estados mexicanos y a la del Distrito Federal (Estado de México) para ser ratificado. Recordemos que la reforma somete a México al sistema internacional de derechos humanos y, con ello, no sólo a los Tratados y Convenciones, sino también a los dictámenes y observaciones generales de los órganos de seguimiento, los cuales se han encargado de pervertir y tergiversar a favor de la “cultura” de la muerte el texto de esos documentos internacionales.

La entrada en vigor de la llamada reforma de los derechos humanos, depende de su ratificación por parte de 16 estados federales. Ya han aprobado la reforma 12 estados: Coahuila, Chiapas, Colima, Yucatán, Chihuahua, Campeche, Zacatecas, Quintana Roo, Estado de México, Durango, Sonora y Aguascalientes.

La Conferencia Episcopal alabó la reforma constitucional y llamó a contribuir para darle la debida orientación, con el fin de que se coloque al servicio de la inalienable dignidad de la persona humana y del bien común.

Públicamente sólo el cardenal Juan Sandoval Íñiguez, arzobispo de Guadalajara, viendo el peligro de poner la legislación del país en manos del sistema internacional de derechos humanos reaccionó contra la reforma; dirigió una carta a los obispos disintiendo con lo declarado por la Conferencia Episcopal, y apoyó a los “grupos laicales, que han venido luchando valientemente en defensa de la familia y la vida ante los ataques de las leyes”.

Justamente, en Guadalajara, la asociación “Mexicanos por la Vida” de Todos realizó una marcha multitudinaria el 14 de mayo, pidiendo a los legisladores del Estado de Jalisco que rechacen la reforma de la Constitución de México, independientemente de lo que otros estados decidan. La asociación “Mexicanos por la Vida” de Todos está conformada por más de 210 asociaciones civiles, educativas, religiosas, de profesionales y otros movimientos sociales. El manifiesto de “Mexicanos por la Vida” de Todos sintetiza claramente las consecuencias de someterse el sistema internacional de derechos humanos.

- “Compromete la Soberanía Nacional. La Reforma hace que los Tratados Internacionales se equiparen a nuestra Constitución. Esto significaría que otros países, Cortes Internacionales o Comités de seguimiento, decidirían qué Derechos Humanos debemos acatar, aunque en realidad no sean verdaderos Derechos Humanos. Actualmente hay grupos luchando para que en los Tratados Internacionales se incluya el aborto, el alquiler de vientres, los matrimonios homosexuales y la adopción por estas parejas, entre otros falsos derechos” (…).

- “Cambia el término ‘individuo’ por ‘persona’, lo cual deja que el Estado sea el que interprete, quién es persona. Deliberadamente deja indefenso al niño por nacer, ya que el significado del término ‘persona’ en el sentido en que lo define la Reforma, depende del poder político de turno. Esto abre la posibilidad de despenalizar el aborto en todo el País, aun cuando la mayoría de las Constituciones de los Estados protegen al bebé desde la concepción” (…).

- “Se presta a interpretar equivocadamente los Derechos Humanos. En la Reforma no se define qué es un derecho humano. Para saber cuál derecho es más importante que otro, conforme a esta Reforma, por ejemplo, el pretendido ‘derecho’ de la mujer al aborto, estaría por encima del derecho a la vida del no nacido” (…).

- “Se opone a la libertad religiosa. La Reforma establece que los actos religiosos de culto público pueden ser restringidos o suspendidos” (…).

- “Favorece la intolerancia, restringe la libertad de expresión e incluye la aceptación de comportamientos desviados al contener el término de ‘preferencias sexuales’. Este término no existe en ningún Tratado Internacional, las naciones miembro de la ONU no han admitido su utilización (…) Con esta adición, se generan condiciones para legalizar las uniones homosexuales y la adopción de niños por parejas homosexuales y promueve la incertidumbre jurídica”.

- “Pone en riesgo el derecho de los padres a decidir sobre la educación de sus hijos. Esta Reforma abriría las puertas para que se enseñe en las escuelas sobre la práctica de la homosexualidad como una opción más para el niño. Se inculcaría además a los niños información sexual explícita desde preescolar, entre otras cosas. Esto se aplicaría por igual en escuelas públicas y privadas, sin que los padres puedan objetar en contra”.

Además, “Mexicanos por la Vida” de Todos, pidió el rechazo de varios proyectos presentados en el Congreso de Jalisco: de despenalizar el aborto hasta la semana 12 de gestación; de divorcio express; de legitimar las uniones civiles entre parejas del mismo sexo; de subrogación de vientres o vientres de alquiler; y de reforma de la ley estatal de salud para permitir el acceso de las adolescentes a la anticoncepción y al aborto, otorgándoles “derechos sexuales”.

Los mismos reclamos los ha hecho, en otros estados, la Coalición Nacional por los Derechos Humanos a Favor de la Vida y la Familia.

Como consecuencia inmediata de la reforma constitucional, que sometería el ordenamiento legal mexicano al sistema internacional de derechos humanos, es de temer que quede reducido a papel mojado el blindaje a favor del respeto a la vida humana desde la concepción que 18 estados mexicanos hicieron en 2009, reformando sus constituciones, para garantizar derecho a la vida de todo ser humano.

Fuente: Noticias Globales, Año XIV. Número 994, 26/11. Gacetilla n° 1109. Buenos Aires, 17 mayo 2011. Noticias Globales es un boletín de noticias sobre temas que se relacionan con la promoción y defensa de la vida humana y la familia. Editor: Pbro. Dr. Juan Claudio Sanahuja. Email: noticiasglobales@noticiasglobales.org; Página: http://www.noticiasglobales.org.