jueves, 10 de marzo de 2011

“NO SOLO DE PAN VIVE EL HOMBRE”




I Domingo de Cuaresma: 13 de marzo de 2011

Después de la manifestación de Dios, con motivo de su bautismo en el Jordán, Jesús “fue conducido por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio”. El evangelio de ‘las tentaciones’ de Jesús caracteriza el primer domingo del tiempo de Cuaresma y parece querernos ambientar en su espíritu especial de recogimiento, silencio, ayuno, oración, penitencia y conversión.
El desierto, en efecto, es lugar de privaciones, silencio y soledad; pero, lo es también de conversión y de grandes revelaciones.
Por cierto, la superación de las tentaciones diabólicas, por parte de Jesús, revelará, a todo mundo, su verdadera naturaleza mesiánica.
Las tentaciones de Jesús reproducen, también, la ‘dinámica existencial’ de todo creyente que, a su vez y de maneras distintas, tiene que enfrentarse a numerosas ‘pruebas’ para permanecer firme en su fe y en la obediencia al Padre.
Los evangelios, al hablarnos de esto, ponen frente a nosotros a un Jesús que derrota a Satanás, y del que libra a los hombres, llamados a sostener un combate igual contra ese enemigo común.
La simultaneidad del Espíritu y del demonio evidencian las dos realidades que se hicieron presentes en Jesús y que nos atormentan también a nosotros: la bondad de Dios y la perversidad del mal.
Para enfrentarse al demonio hay que prepararse y Jesús nos enseña cómo, ‘ayunando cuarenta días y cuarenta noches’.

Cuarenta días y cuarenta noches.
El evangelista Mateo, relatándonos el episodio de las ‘tentaciones’ de Jesús en el desierto, nos dice, en efecto, que pasó “cuarenta días y cuarenta noches sin comer y, al final, tuvo hambre”. No cabe duda que el número ‘cuarenta’ es funcional. En efecto, Mateo quiere hacer referencia de los ‘cuarenta años’ del éxodo del pueblo de Dios en el desierto, lugar donde Israel se convirtió en pueblo fiel a Dios, superando dificultades y pruebas, y de los ‘cuarenta días y noches’ que Moisés pasó en el monte Sinaí.
En los dos casos, destacamos esos tiempos como oportunidad de ‘escucha más profundo’ de la palabra de Dios, de más intensa oración, de ayuno, de discernimiento y de ‘pruebas’. Todo esto para favorecer, hoy, nuestro renovado encuentro con Dios, en vista de la preparación a la Pascua del Señor.
Al igual que en toda elección humana, también la de Jesús hombre pasa por algunas pruebas. Lo de haberse quedado Jesús sin comer tanto tiempo bien prepara, por cierto, la naturaleza de la primera prueba, a manera de ‘asalto’ diabólico, de Jesús.

La primera tentación es la del ‘caudillismo económico’.
Cuando los políticos, hoy en día, quieren conquistar adeptos para sus partidos, lo intentan por el camino de la promesa económica. Satanás, valiéndose de toda su astucia y colmillo, hace lo mismo con Jesús.
En efecto, en lugar de querer conquistar adeptos a su causa por el camino del mesianismo de la cruz, le propone el de las ventajas económicas. Transformando las piedras en ‘panes’, o sea, solucionándoles a todo mundo el problema económico de la comida, Jesús iba a lograr más fácilmente la conversión del pueblo a su causa, evitando así el ‘escándalo’ de la cruz.
El evangelista, por cierto, bien relata esta primera prueba, diciéndonos que el tentador se le acercó a Jesús y le dijo: “Si tu eres el Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”. La respuesta de Jesús, tajante y determinada, no se hizo esperar: “Está escrito ‘No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios’…”.
Con la ayuda de la Escritura retacha la prueba, a la que lo sometió Satanás, y evidencia, contundentemente, la prioridad que la voluntad del Padre tiene en su vida y en su proyecto mesiánico. No son las promesas engañosas y efímeras de bienes materiales el camino que el Padre ha trazado para la realización del mesianismo de Jesús, sino el cumplimiento de su voluntad.

La segunda tentación es la del caudillismo religioso.
El camino de la cruz, según la manera de pensar de Satanás, no es el más adecuado para conquistar al pueblo. Por segunda vez, por tanto, intenta disuadir a Jesús y desviarlo del absurdo proyecto que el Padre le ha destinado.
De hecho, nos relata el evangelista que: “El diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo, ‘Si eres el Hijo de Dios, échate para abajo, porque está escrito ‘Mandará a sus ángeles que te cuiden y ellos te tomarán en sus manos’…”. En esta ocasión, lo somete a otra prueba, proponiéndole la vía corta de los ‘prodigios apabullantes’, o sea, de los ‘milagros espectaculares’ y de la religiosidad que satisface el morbo y controla las conciencias de la gente.
Sin embargo, también en esta ocasión, Jesús no cede y responde a Satanás negándose a probar a Dios: “También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”.

La tercera tentación es la del caudillismo político.
El diablo se da cuenta de que no logra insinuar en Jesús la duda sobre la bondad del mesianismo del Padre y por eso busca otros caminos. Ahora, lo lleva a un ‘monte muy alto’ y le muestra la embriaguez que puede provocar el poder y la gloria que conlleva; le pide que renuncie a adorar a Dios y que se incline ante él.
En efecto, nos relata el evangelista, que: “Lo llevó a un monte muy alto y desde ahí le hizo ver la grandeza de todos los reinos del mundo”. Convencido que con el poder es más fácil conquistar a la gente, el diablo le dice a Jesús: “Te daré todo esto, si te postras y me adoras”.
Fuertemente enfadado, por tercera vez, Jesús se resiste a las seducciones diabólicas y replica con estas palabras: “Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor tu Dios, y a él sólo servirás”.
A este punto, el evangelio señala el cambio de la escena: en el lugar del diablo tentador aparecen los ángeles en signo de triunfo y victoria final de Jesús sobre las dramáticas pruebas de Satanás. Además, un día aparecerá revestido de poder, con los ángeles, que estarán totalmente a su servicio: “Entonces –nos revela el evangelista- lo dejó el diablo y se acercaron los ángeles para servirle”.

Conclusión.
El texto evangélico de hoy, puesto en el comienzo del tiempo cuaresmal, nos introduce perfectamente en su espíritu de conversión, oración y penitencia. La práctica de estas virtudes afianzará nuestra voluntad de seguimiento de Jesús, nos fortalecerá para luchar contra el mal y para permanecer fieles Dios.

Imitando a Jesús, probado en el desierto, adquiriremos la fuerza suficiente para superar todo tipo de pruebas a las que el maligno, ‘como león rugiente’, nunca dejará de someternos, para alejarnos de Dios traicionando o abaratando la fe. Ésta, por cierto, es la verdadera ‘tentación’ escatológica a la que se hace referencia también en la oración del ‘Padre Nuestro’ cuando decimos: “Padre nuestro… no nos dejes caer en la tentación”.

La tentación de abandonar el mesianismo humilde y obediente, que encontramos en el trasfondo de las tres tentaciones del evangelio de hoy, por otro de gloria, poder y autosuficiencia humana, no se ha vencido totalmente. Efectivamente, es la Iglesia la que, hoy, podría caer en ella, optando por un mesianismo de poder, espectacular e impositivo; por una vía corta que evite la austeridad y las incomodidades de la cruz.
Umberto Marsich


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