domingo, 27 de febrero de 2011

El Papa asegura que la confianza en el amor de Dios libera al hombre de sus miedos

El Papa exhortó este domingo a confiar en el amor de Dios y en su auxilio. El Santo Padre recordó una las palabras más conmovedoras de la Sagrada Escritura, que el Espíritu Santo nos regala mediante el profeta Isaías, cuando consolando a Jerusalén asolada por las desventuras, le dice: ¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido».

(RV/InfoCatólica) El Papa aseguró que el texto del profesta es una “invitación a la confianza en el indefectible amor de Dios”, a la cual acompaña también otra página de la lectura de la liturgia dominical en el día de ayer. Eel Evangelio de Mateo, señaló el Papa, Jesús exhorta a sus discípulos a confiar en la providencia del Padre celestial, que alimenta a las aves del cielo y viste los lirios del campo y que conoce toda necesidad nuestra. Por lo que el Maestro dice: “No andéis preocupados diciendo ¿Qué vamos a comer? ¿qué vamos a beber? ¿con qué nos vamos a vestir? Que de todas esas cosas se afanan los gentiles y ya sabe vuestro Padre que tenéis necesidad de todo eso”. Todo ello, aclaró Benedicto XVI no es fatalismo o ingenuidad:
“Ante la situación de tantas personas, cercanas o lejanas, que viven en la miseria, lo que dice Jesús podría parecer poco realista y evasivo. En realidad, el Señor quiere hacer entender claramente que no se puede servir a dos señores: a Dios y a la riqueza. El que cree en Dios Padre lleno de amor por sus hijos, pone en primer lugar la búsqueda de su Reino, de su voluntad. Todo lo contrario de lo que es el fatalismo o el ingenuo irenismo. Pues la fe en la Providencia no despensa de la fatigosa lucha por una vida digna, sino que libera de la preocupación por las cosas y del miedo del mañana”.
En este contexto, el Papa destacó que esta enseñanza de Jesús, aun permaneciendo verdadera y válida para todos, se practica de forma distinta según las diversas vocaciones:
“Un fraile franciscano podrá seguirla de manera más radical, al tiempo que un padre de familia deberá tener en cuenta sus deberes hacia su esposa e hijos. Sin embargo, en todo caso, el cristiano se distingue por su absoluta confianza en el Padre celeste, como fue para Jesús. Justo la relación con Dios Padre es la que da sentido a toda la vida de Cristo, a sus palabras, a sus gestos de salvación, hasta su pasión muerte y resurrección. Jesús nos ha demostrado qué significa vivir con los pies bien plantados en la tierra, atentos a las situaciones concretas del prójimo, y, al mismo tiempo, teniendo el corazón en el Cielo, inmerso en la misericordia de Dios”.
El Santo Padre introdujo el rezo del Ángelus alentando a encomendarnos y a invocar a la Madre de Dios y de la Providencia en cada momento de nuestra vida:
“¡Queridos amigos, a la luz de la Palabra de Dios de este domingo, os invito a invocar a la Virgen María con la advocación de Madre de la divina Providencia. A Ella encomendemos nuestra vida, el camino de la Iglesia y los avatares de la historia. En particular, invoquemos su intercesión para que todos aprendamos a vivir según un estilo más sencillo y sobrio, en cotidiana laboriosidad y en el respeto de la Creación, que Dios nos ha encomendado para que la custodiemos!”.
Después del rezo mariano y del responso por los difuntos, Benedicto XVI saludó a los numerosos fieles romanos y peregrinos que acudieron a la plaza de Pedro, reiterando en francés, inglés, alemán, español, polaco y eslovaco su exhortación central a buscar el Reino de Dios, que nos libera del miedo del mañana, testimoniando su amor, más tierno que el de una madre hacia sus hijos y rezando para que la justicia y el diálogo prevalezcan sobre la violencia y los intereses particulares. Con el anhelo de que nunca se apague en nosotros la confianza en la Providencia divina y que ésta nos impulse a ayudar a los que la han perdido ante las difíciles experiencias vividas. Éstas eran las palabras del Papa en nuestra lengua:
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana, en particular al grupo de peregrinos de las parroquias de Santa Eulalia y de Santa Cruz, de la diócesis de Ibiza, acompañados de su Obispo, así como a los fieles provenientes de la parroquia de San Miguel Arcángel de Villanueva, de Córdoba. La liturgia de este día nos exhorta a confiar en la providencia divina; recordándonos que somos amados por Dios y asistidos por su auxilio. Os invito a corresponder a dicho amor, a imitación de la Virgen María, cuya existencia terrena se mostró siempre bajo el signo de la gratuidad y de la alabanza, para que así experimentéis la paz verdadera y la alegría auténtica. Feliz domingo.



viernes, 18 de febrero de 2011

El mensaje social de Juan Pablo II a México

El anuncio de la muy próxima beatificación de Juan Pablo II ha llenado los periódicos de todo el mundo y ha llamado la atención de todos los noticieros. En la absoluta mayoría de los lectores y oyentes, la noticia ha provocado sentimientos de regocijo y ha generado actitudes de sincera aceptación y júbilo.
Juan Pablo II, en efecto, ha sido el Papa de nuestras generaciones, que lo han visto frecuentar las calles de muchas de sus ciudades y que han vibrado de emoción al verlo transitar, aun rápidamente, en el ‘Papa móvil’.

Juan Pablo II en México.

México ha tenido el hermoso privilegio de hospedar a Juan Pablo II en bien cinco ocasiones.
La primera vez, que vino, fue también su primer viaje, en absoluto, desde que había sido elegido sucesor de Pedro, en el conclave de octubre 1978. Un viaje que le permitió descubrir el verdadero estilo de su pontificado, es decir, el de ‘peregrinante’.
En un clima políticamente ríspido y empapado de ambigüedades llegó a México, por primera vez, en el mes de enero de 1979. Su presencia sacudió el alma de todos los mexicanos y, aun en su fugacidad, se convirtió en inolvidable personaje ‘estelar’.
La riqueza de sus mensajes; el impacto de su personalidad; el testimonio evangélico de su fe; la brillantez de su comunicación y la espontaneidad de sus actos cautivaron profundamente el corazón de todos.

La defensa de la dignidad humana.

México y América Latina, en general, son parte del ‘tercer mundo’ y, en cuanto tales, padecen la gran mayoría de sus contradicciones sociales: desigualdades económicas escandalosas, aumento constante de la pobreza, escasez de viviendas dignas, salarios de hambre, falta de asistencia sanitaria para la casi totalidad del pueblo y nivel educativo de baja calidad; el campesinado es improductivo y los indígenas siguen siendo marginados.
Juan Pablo II, consciente de esta realidad, durante sus viajes a México desplegó, de propósito, una secuencia de enseñanzas finalizadas a defender, primeramente, la ‘dignidad de la persona humana’ juntamente a sus derechos y, secundariamente, a denunciar la ‘injusticia social’, generadora de los múltiples males sociales.
Ya desde su primer viaje, en efecto, el Papa quiso contagiar, en los sacerdotes mexicanos, el estilo de vida sobrio, que él mismo había adoptado, e intentó compartirles el sentido de su ministerio, o sea, la preocupación prioritaria por la conversión de los fieles al amor de Dios y al prójimo y, consecuentemente, el compromiso “en la promoción y dignificación del hombre”.
Desde este mensaje, señalamos la naturaleza ‘integral’ de su apostolado pontificio, es decir, incluyente de la dimensión espiritual y ‘social’ de la persona humana. Evitando, desde luego, el peligro de socializar unilateralmente la fe cristiana, el Papa, en México, reiteró la obligación moral de que los cristianos fomenten la promoción humana y luchen por la justicia.

El reclamo por los derechos de los pobres.

Ante el panorama social lamentable de México y de todo el continente americano, Juan Pablo II, confesando su inconformidad, denuncia sin miedo varias situaciones intolerables.
Entre ellas, reconoce que “el mundo del campo es deprimido y que la situación del trabajador, que con su sudor riega también su desconsuelo, no puede esperar más a que se reconozca plena y eficazmente su dignidad, no inferior, por cierto, a la de cualquier otro sector social”.
En seguida, desde México, le exige al mundo que se respeten ‘los derechos’ de todo trabajador: “El trabajador –son palabras del Papa en México- tiene derecho a que se le respete, a que no se le prive de lo poco que tiene… tiene derecho a que se le quiten las barreras de explotación, hechas frecuentemente de egoísmos intolerables… tiene derecho a la ayuda eficaz, que no es limosna ni migajas de justicia para que tenga acceso al desarrollo, que su dignidad de hombre y de hijo de Dios, merece”.
Es conocida, por todos, la enorme sensibilidad humana de este Papa. En particular, aquella que ha manifestado a lo largo de todo su pontificado, acerca de los injustamente ‘pobres’ del mundo.
En el primer viaje a México, de hecho, les declaró toda su solidaridad y afecto y así les habló: “Me siento solidario con ustedes porque, siendo pobres, tienen derecho a mis particulares desvelos”.
Para reducir las desigualdades sociales y la pobreza en el mundo, pidió a los ‘favorecidos de medios’, o sea, a los ricos, más justicia y solidaridad. En este plan, les recordó que su deber es “promover una mayor justicia, y aun dando de lo propio, para que a nadie falte el conveniente alimento, vestido, habitación, cultura y trabajo, o sea, todo lo que da dignidad a la persona humana”.

El pobre: ‘rostro de Cristo sufriente’.

En el viaje a México de 1990, visitando la populosa ciudad de Chalco, se encontró nuevamente con los pobres, sus predilectos hijos, en quienes confesó ver el ‘rostro de Cristo’.
A los rostros de Cristo sufriente, por cierto, les dijo: “En muchos de ustedes descubro el rostro de Cristo sufriente: rostros de niños víctimas de la pobreza, niños abandonados, sin escuela, sin ambiente familiar sano; rostros de jóvenes desorientados por no encontrar lugar en la sociedad… rostros de obreros frecuentemente mal retribuidos… rostros de subempleados y desempleados, despedidos por las duras exigencias de crisis económicas… rostros de madres y padres de familia, angustiados por no tener los medios para sustentar y educar a sus hijos; rostros de marginados y hacinados urbanos…rostros de ancianos desamparados y olvidados”.
Lo que más duele al hombre, desde luego, es verse privado o aplastado en su dignidad. Consciente de esta realidad, Juan Pablo II, en sus visitas a México, y en especial en las ciudades de Chalco, Veracruz y Aguascalientes, reiteró la urgencia de restaurar esta dignidad en todos los mexicanos.
Visitando, luego, la Virgen de S. Juan de los Lagos, oró por todos los marginados y, en su encuentro con los presos en el CERESO de Durango, expresó su fraternal interés por ellos.
A través de estos gestos de amor nos dio a entender cómo se vive, con autenticidad, la fe cristiana.
La urgencia de dignificar a la mujer y de no discriminar a los hermanos indígenas.
Durante la cobertura del Santo Padre en México, llamó poderosamente la atención la celebración que dedicó a las mujeres mexicanas en el ‘Día de la Madre’, donde reafirmó el valor de su ‘dignificación’ y el aprecio del papel que, como esposa, realiza en la familia a favor de la ‘Iglesia doméstica’.
De pasadita por Mérida en 1993, evidenciando una vez más su preocupación social por los marginados, pidió a las comunidades indígenas del continente ser, por la riqueza de su cosmovisión humanista, ‘sal de la tierra’.
En su penúltimo viaje, con motivo de la presentación del documento ‘Ecclesia in America”, abordó, una vez más, los temas de la dignidad de la mujer, la corrupción, el abuso de países desarrollados a pueblos pobres, los derechos humanos, el comercio mercantilista, la drogadicción, el cuidado del ambiente y el peligro armamentista en la región.
En este mismo viaje, desde el autódromo de los hermanos Rodríguez, se oyó el ‘lamento’ del Papa por el olvido “de los valores trascendentes de la persona humana: su dignidad y libertad, su derecho inviolable a la vida y el don inestimable de la familia”.
Juan Pablo II inició a escribir su historia de ‘Papa Peregrino’ exactamente en México. Y ha sido aquí donde empezó a proclamar los grandes temas sociales de la Doctrina de la Iglesia: la justicia social, la defensa de la familia, la práctica de la solidaridad, la búsqueda del el bien común, la tutela del ambiente y la paz universal, entre otros.

Concluyendo.

Reconocemos que los viajes de Juan Pablo II a México han sido parte de un regalo valiosísimo de la Providencia Divina y un espléndido destello de la gloria del Reino de Dios, entre nosotros.
Juan Pablo II ya no está físicamente con nosotros, pero, puede permanecer, en espíritu, mientras el recuerdo de sus visitas y la trascendencia de sus mensajes sociales perduren.
Umberto Marsich


martes, 15 de febrero de 2011

Aprendiendo sobre la construcción de la paz


La construcción de la paz es una prioridad de la Conferencia del Episcopado Mexicano, plasmada en la exhortación pastoral Que en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna, publicada hace un año. Y con el propósito de conocer experiencias de construcción de la paz, viajé con una delegación mexicana a Bogotá, Colombia, para participar en la 90º Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano que versó sobre la “Pastoral para una Colombia reconciliada y en paz”.  Colombia sufre desde hace varias décadas, situaciones de conflicto y de violencia. Durante décadas el país se ha desangrado a causa de la confrontación entre el Estado y diversas fuerzas guerrilleras y bandas criminales. En ese contexto, la Iglesia no ha sido ajena a esta realidad dolorosa; ha puesto su cuota grande de sacrificio con la muerte de obispos, sacerdotes, consagrados y laicos comprometidos; su labor se ha visto impedida y han sido, a veces, restringidos sus derechos. Pero, sobre todo, ha intervenido de manera valiente y decisiva en la proclamación de la necesidad de la paz y ha intervenido de diversas maneras para atenuar la crueldad del conflicto y para señalar caminos de paz.   Nos llamaron particularmente la atención proyectos locales de reconciliación y construcción de tejido social, los diálogos pastorales diocesanos con personas y grupos en violencia, los Programas de Desarrollo y Paz en 21 diócesis, las experiencias de mediación, los testimonios de atención a víctimas, la Comisión Nacional de Reconciliación liderada por la Iglesia y la colaboración de la Conferencia con los procesos diocesanos y locales.
México, como país,  necesita urgentemente un proceso con proyectos y pasos concretos a favor de la paz, amenazada por diversas formas de violencia. En la Arquidiócesis de Acapulco hemos decidido comprometernos en el año 2011 en la construcción de la Paz y quiere contribuir con acciones específicas con ese fin, llamamos a quienes realizan acciones que amenazan la paz a que las eviten, queremos formarnos en construir la paz, al mismo  tiempo hacemos  un llamado a todas las personas de buena voluntad y a las instituciones públicas y privadas a incorporarse, cada quien desde su ámbito propio, a esta necesaria misión de construir la paz.
Reconciliación corresponsabilidad social.
Una vez que el proceso electoral ha concluido, se precisa que las instituciones públicas y los ciudadanos volvamos a las actividades que tienen que ver con el trabajo y la construcción del bien común, que se hace posible cuando todos participamos convencidos de que somos corresponsables en la vida pública.   Para ello, es necesario que se emprendan esfuerzos por una amplia reconciliación social que mitigue las pasiones desbordadas durante el proceso electoral. Hay que tomar en cuenta que el bien común es un valor superior al que deben subordinarse los intereses particulares o de grupos. La dinámica partidista tiene una función legítima en la sociedad en la búsqueda del poder para ejercitarlo con un claro sentido social. Así pues, los partidos políticos deben subordinarse al bien de la sociedad, que en este momento necesita una reconciliación como condición para que Guerrero pueda avanzar hacia condiciones de vida más dignas para todos. Por otra parte, es una exigencia de la democracia misma la colaboración de todos con las autoridades constituidas legal y legítimamente para conseguir el bien público.  Manteniendo las divergencias políticas, que en sí mismas son legítimas, los partidos y demás actores sociales están llamados a engrandecer su vocación al servicio del pueblo guerrerense abriendo oportunidades al desarrollo integral y a una más honda justicia social,  como frutos de la participación de todos.    


+ Carlos Garfias Merlos
Arzobispo de Acapulco


El político católico frente al laicismo


Un laicismo sano, como lo reconoce la doctrina de la Iglesia católica, se entiende como la separación entre el Estado y la Iglesia o confesión religiosa. Por esto, el Estado no debe inmiscuirse en la organización ni en la doctrina de las confesiones religiosas, y debe garantizar el derecho de los ciudadanos a tener sus propias creencias y manifestarlas en público y en privado, y a dar culto a Dios según sus propias convicciones. También debe garantizar el derecho a la objeción de conciencia, por el cual los ciudadanos no podrán ser obligados a actuar en contra de sus propias convicciones o creencias. De acuerdo con este concepto de laicismo, el Estado y la Iglesia o confesión religiosa mantendrán relaciones de colaboración en los asuntos que son de interés común. En este sentido el Papa Benedicto XVI nos ha orientado hacia una reflexión y profundización de este laicismo sano en pro de la Libertad Religiosa (Jornada Mundial para la Paz, “La Libertad Religiosa, camino para la paz”, 1 enero 2011). Pero el laicismo también es entendido por otros como una ausencia de relaciones. En virtud de este falso concepto, el Estado debe ignorar a todas las confesiones religiosas; se debe prohibir que el Estado mantenga relaciones con la Iglesia u otra confesión religiosa.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, promulgada por la Organización de las Naciones Unidas en 1948, garantiza (Art. 18) a todas las personas la “libertad de manifestar su religión o creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado”. Los poderes públicos deben garantizar el derecho de los creyentes a manifestar sus convicciones religiosas en público. Ellos tienen el derecho a organizar procesiones, colocar cruces en lugares a la vista del público, etc. No sería razonable que se pudieran organizar manifestaciones políticas en las ciudades o que se pudieran colocar emblemas de partidos políticos o de sindicatos en la calle, y que se negaran los mismos derechos a los creyentes porque son símbolos religiosos.
Por otro lado, los ciudadanos tienen derecho a formar su opinión sobre los asuntos de interés político. Para ello, pueden considerar las fuentes de opinión que estimen conveniente. Sin duda entre las fuentes se encuentra la doctrina de la Iglesia Católica o de su propia confesión religiosa, o el pronunciamiento de un Obispo. Si un ciudadano (o un diputado, o senador en el Congreso, o regidor en el Ayuntamiento) vota en conciencia de acuerdo con sus creencias, lo hace porque ha escuchado los argumentos de su confesión religiosa y le han convencido. Sería una grave discriminación que se pidiera a los ciudadanos que actuaran en contra de su conciencia y de sus convicciones en el momento de emitir su voto.
Para el político católico este concepto de laicismo es un valor adquirido que hay que defender. El cristianismo ha contribuido mucho en la fundación del laicismo auténtico. “De hecho – lo afirma Mons. Crepaldi - el cristianismo no es una religión fundamentalista. El texto sagrado en el que se inspira no se toma al pie de la letra, sino que se interpreta; la autoridad universal del Papa libera a los cristianos de las excesivas sujeciones políticas nacionales, Dios confió la construcción del mundo a la libre y responsable participación del hombre. Esto no significa que la sociedad y la política sean totalmente ajenas a la religión cristiana, que no tengan nada que ver con ella”. La sociedad necesita a la religión para mantener un nivel de laicismo sano. El cristianismo ayuda a la sociedad en este fin, ya que no le impide ser legítimamente autónoma y al mismo tiempo la sostiene y la ilumina con su propio mensaje religioso. Se podría decir que el cristianismo la empuja a ser ella misma en cuanto que hace aparecer su plena vocación y le pide que exprima al máximo sus capacidades, sin encerrarse en sí misma.
Hoy se tiende a considerar el laicismo como neutralidad del espacio público respecto de los absolutos religiosos. Estos Principios Absolutos o Religiosos son: dignidad de la persona humana y sus derechos, el bien común, el destino universal de los bienes, la subsidiariedad, la participación, la solidaridad, la caridad; además los valores fundamentales de la vida social: la libertad, la justicia, la verdad, la paz. Se afirma que en estos espacios lo religioso no debe intervenir, primero porque en una democracia no habría sitio para principios; y segundo, porque los absolutos religiosos son irracionales, y en el espacio público solo admite un discurso racional. Pero entonces este espacio permanecería vacío, así se deja lugar para crear nuevos absolutos enemigos del hombre, para nuevos dioses (sobre este tema ver Mons. Giampaolo Crepaldi, “El político católico, laicismo y cristianismo”).
¿La democracia es incompatible con los principios absolutos? No es así, al contrario, los necesita. Se puede afirmar que la falta de éstos en una sociedad, genera una lucha de todos contra todos donde tiene razón quien es más fuerte. También la democracia se arriesga a reducirse a la fuerza de la mayoría. Por esto existe la necesidad de que los ciudadanos crean en principios absolutos. Lo sustancial, lo fundamental de la democracia es la dignidad de la persona que se debería considerar un Principio Absoluto. ¿Y cómo se puede considerar un valor absoluto si no se fundamenta en Dios?
¿La religión es irracional? No hay duda de que existen formas de religión irracionales total o parcialmente. Pero el cristianismo no lo es. El cristianismo es razonable, no contradice ninguna verdad racional, sino que incluso se vincula a ellas complementándolas sin exigir al hombre, para ser cristiano, la renuncia de todo aquello que lo hace verdaderamente hombre. No es aceptable la idea de que la religión, sea cual sea, es, por su naturaleza, irracional.
Muchos entienden el laicismo como neutralidad, como una expulsión de la religión del espacio público. Mons. Fisichella dice al respecto: “…la secularización y después el laicismo agresivo tienden a excluir al cristianismo del ámbito público, y al hacerlo niegan la relación estructural de la razón con la fe, de la naturaleza con la gracia” (Rino Fisichella, “El valor salvífico del Evangelio también en la tierra”). La idea de quitar festividades religiosas, como la navidad, de impedir que se expongan símbolos religiosos en espacios públicos, de ejercer como misioneros, de hacer pública a otros la propia fe, porque sería un atentado a la libertad de religión, son algunas expresiones de esta idea de laicismo como espacio neutro. Una pared sin un crucifijo no es un espacio neutro, es una pared sin crucifijo. Un espacio público sin Dios no es neutro, sino que no tiene a Dios. El Estado que impide a toda religión manifestarse en público, quizás con la excusa de defender la libertad de religión, no es neutro en cuanto que se posiciona de parte del laicismo o del ateísmo y se toma la responsabilidad de relegar a la religión al ámbito privado. En muchos casos nace la religión del estado, la religión de la antirreligión.
Entre la presencia o la ausencia de Dios en el espacio público no hay término medio, no existen posiciones neutrales. Eliminar a Dios del espacio público significa construir un mundo sin Dios. Un mundo sin Dios es un mundo contra Dios. Excluir a Dios, aunque no se le combata, significa construir un mundo sin referencias a Él.
Por este motivo, el político católico no puede admitir ni colaborar con el laicismo entendido como neutralidad, porque desarrollará una nueva razón del Estado que, perjudicando la religión, se hará daño también a sí mismo.  El político católico se opondrá para impedir, sea por razones religiosas, de las que no se puede separar, sea por razones políticas, que nazca una nueva religión del Estado perjudicial para la libertad de las personas.

+ Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango



sábado, 12 de febrero de 2011

¿Por qué se fomenta el odio contra la Iglesia Católica en España?

  


Escrito por Raúl Espinoza Aguilera    
Miércoles, 09 de febrero de 2011 

Hace ya bastante años, cuando iba a España y se hablaba del General Francisco Franco, se referían al “Caudillo” o “El Generalísmo”. La última vez que estuve durante una larga temporada pregunté por este personaje político y algunos amigos me dijeron:
-Cuidado, porque ahora ya no se puede hablar abiertamente de él en España; ahora es “el innombrable”.
Como todos los jefes de Gobierno, Franco tuvo aciertos y errores, atinadas decisiones y equivocaciones. Así es la condición humana. Pero algo que debemos de reconocerle es que ayudó a  la Iglesia católica para que desarrollara numerosas labores educativas y de asistencia social a las que el Estado sencillamente no puede llegar.
Actualmente, con el gobierno socialista de Rodríguez Zapatero, además de que ha conducido al país al desempleo y casi a la quiebra económica, ha retirado buena parte de esas ayudas a las instituciones educativas o de ayuda asistencial por el solo hecho de ser oficialmente católicas.
Incluso este Presidente español del PSOE, desde hace años, ha solicitado, que se analice de nuevo todo lo que aconteció, desde el punto de vista histórico, durante la Guerra Civil Española (1936-1939), con la finalidad de abrir viejas heridas y enfocar las baterías –entre otras cosas- para fomentar un renovado odio contra el catolicismo en la península ibérica.
¿Qué persigue Rodríguez Zapatero y sus seguidores socialistas? Desprestigiar a la Iglesia católica y señalarla como la causante de casi todos los males en la historia de España y además de ponerle –injustamente- las etiquetas de: “retrógrada”, “oscurantista”, “medieval”…
Conseguí una serie de datos que nos pueden dar luz sobre la impresionante labor que realiza la Iglesia en España sin ayuda del Estado:
1.    Tiene 5,141 centros de enseñanza con 990,774 alumnos. Al Estado le ahorran 3 millones de euros por centro al año.
2.    Existen 107 hospitales que prestan servicio a los españoles y ahorran al Estado 50 millones de euros por hospital cada año.
3.    Hay 1,004 asilos de ancianos, centros de minusválidos, dispensarios médicos, de enfermos terminales de SIDA, centros de atención ambulatoria y con un total de 51,312 camas. Ahorran al Estado 4 millones de euros anualmente por centro.
4.    La Fundación “Cáritas” aporta al año 155 millones de euros para ayudar a los más necesitados y ese dinero sale de la generosidad de los católicos españoles.
5.    La Fundación “Manos Unidas” aporta 43 millones de euros anualmente a esta misma causa y procede también de los bolsillos de los fieles cristianos.
6.    Son 21 los millones de euros, el gasto anual de las “Obras Misionales Pontificias (Domund) y sale igualmente de los  bolsillos del pueblo español.
7.    Existen 365 centros de reeducación para marginados sociales como exprostitutas, expresidiarios, exdrogadictos. Son en total 53,140 personas y con su atención ahorran al Estado medio millón de euros por centro.
8.    Hay 937 orfanatorios con 10,835 niños abandonados y ahorran al Estado 100,000 euros por centro.
9.    Por si fuera poco, el 80% del gasto de conservación y mantenimiento del Patrimonio histórico artístico (Iglesias, conventos, abadías, pinturas, esculturas, etc.) corre a cargo de la Iglesia y se ha calculado un aproximado ahorro al Estado de entre 32,000 y 36,000 millones de euros al año.
A todo esto, habría que añadir que la casi totalidad de las personas que colaboran en “Cáritas”, “Manos Unidas”, etc. son miles y miles de voluntarios –mujeres y hombres- que no perciben ningún sueldo. Se trata de ciudadanos católicos que prestan un servicio desinteresado a los demás sin pedir un salario a cambio.
Es innegable que estos millones de euros que la Iglesia católica consigue en beneficio de la población, ayudan y apoyan directamente a la economía española. Pero, desgraciadamente, todo esto que he mencionado “no es noticia”, no se le da difusión en muchos medios de comunicación.
A la Iglesia se le suele criticar duramente por diversos motivos pero no se habla de toda la maravillosa labor que realizan sacerdotes, religiosos, monjas, misioneros, millones de fieles laicos en bien de la sociedad española y del mundo entero.
Y si nos fuéramos de país por país, de continente por continente, y sumáramos también los datos objetivos, de seguro  nos asombraríamos de todo el bien que realiza la Iglesia católica en beneficio de la humanidad, y eso, contemplando únicamente las labores sociales y asistenciales que lleva a cabo.
Considero que habría que añadir, por elemental justicia, toda esa labor callada pero de gran eficacia que  realizan los católicos en todo el orbe, como son las obras de misericordia que prestan millones de fieles, como son: cuidar a los enfermos, asistir a los desamparados, alimentar a los que no tienen trabajo y padecen hambre,  visitar a los que están en la cárcel, escuchar y consolar a los afligidos, dar consejos a los que lo necesitan, orientar y formar a los que no saben, rezar por vivos y difuntos… Todo esto es sencillamente incuantificable.
Y estas labores, además, las ha venido efectuando la Iglesia a lo largo de 21 siglos de modo ininterrumpido y sin hacer “demasiado ruido” porque se realizan por amor de Dios.
Sin duda, Rodríguez Zapatero pasará a la historia como uno de tantos gobernantes o dictadores, que como Hitler en Alemania, Stalin en Rusia, Calles en México, pretendieron desprestigiar a la Iglesia católica, fomentar el odio e incluso acabar con ella, pero nada pudieron porque ha sido fundada por Jesucristo y sabemos que durará mientras haya hombres sobre la tierra, hasta el fin de los tiempos.