miércoles, 29 de diciembre de 2010
LA MISERIA QUE DESHONRA
No es pobre quien no tiene recursos económicos, es pobre quien carece de criterio, de principios, de valores, de ideales y de creencias
Por Alberto Medina Méndez
Cuando un individuo se apropia de un bien que no le pertenece es simplemente un inmoral. Sus necesidades no pueden ser la justificación. Si aceptáramos esta regla impropia, el saqueo sería la norma que regiría los destinos de la humanidad, solo porque las necesidades son infinitas y siempre subjetivas. Habrá que admitirlo como corresponde, sin peros, sin medias tintas, no es cierto que la pobreza otorgue derechos especiales a disfrutar de bienes por los que no se ha hecho el esfuerzo de obtenerlos de un modo legítimo. No alcanza con tener necesidades no cubiertas.
Un hombre con principios, un ciudadano con valores, no se quedaría jamás con algo que no le pertenece, aun con cuestiones sin resolver en su vida personal y familiar. Y ya no porque se trata de un delito, no por lo que dicen las leyes, sino porque el más elemental sentido de la honradez, de la honestidad, dirá que solo se puede poseer aquello por lo que se trabajó previamente, por aquello por lo que se pagó con recursos propios, derivados del esfuerzo personal y no esquilmados a otros de modo coercitivo.
Por eso, por ese vital motivo que tiene que ver con las creencias, con los ideales, con los principios, no deberíamos hablar de pobreza como sinónimo de carencias materiales, tendríamos que poder diferenciarla de aquella que se define como la verdadera miseria humana. No es pobre quien no tiene recursos económicos, es pobre quien carece de criterio, de principios, de valores, de ideales y de creencias.
Durante mucho tiempo hemos hablado de pobreza como sinónimo de indigencia. Y lo hemos vinculado con cuestiones meramente dinerarias. Tal vez debamos revisar esa visión y concluir que los miserables, los seres despreciables, son aquellos que amparados en supuestas necesidades básicas se creen con derechos especiales que los hacen merecedores de la dádiva de la sociedad, de ese coercitivo altruismo culposo que algunas culturas pretenden amparar sin chistar.
Mucho más despreciables son aquellos que hacen beneficencia con patrimonio ajeno, con el dinero de todos, con los bienes de los contribuyentes. Recitan grandilocuentes discursos diciendo que los postergados merecen recibir ayuda de la sociedad y para ello meten mano a los recursos de la comunidad, a esos que les han quitado vía impuestos para distribuirlos como si fueran propios.
Si tan convencidos están de la justicia de esa distribución, pues podrían empezar entregando sus bienes personales, dando el ejemplo con su patrimonio e instando a otros a imitarlos y hasta convocar a grandes colectas voluntarias u organizarse socialmente para reunir esos fondos con gente que posea idénticos ideales altruistas. Pero no resulta demasiado razonable esto de hacer beneficencia con lo quitado a otros, con lo sustraído discrecionalmente, mediante el uso de la fuerza.
Por eso, en tiempos en que la cultura parece marcar mandatos que sostienen “que la necesidad genera derechos”, algunos tendrán que repasar su concepto de pobreza. La inmensa mayoría de los pobres se esfuerza día a día por salir de su situación, trabajan mas horas de lo aconsejable, se ocupan de actividades que pocos aceptarían, disfrutan casi nada de los tiempos familiares y no pueden darse lujo alguno. Pero tienen principios, creen en sus sueños, luchan para que llegue el momento de salir del pozo, tienen la esperanza que en ese recorrido encontrarán el camino de salida.
Y si aun no han logrado encontrar ese sendero tan ansiado, no es porque les haya faltado esfuerzo en los más de los casos, sino porque los burócratas de siempre se han ocupado de quitarles la libertad, de sacarles con impuestos el fruto de su trabajo, que es su principal herramienta para salir de la indigencia con dignidad y sin actitudes mendicantes e indecorosas.
La política, la demagogia, el clientelismo, el populismo más perverso, no solo los ha sumergido sino que los humilla, los estigmatiza y se ha constituido en un aplastante techo y no en un piso como pretende para sus oportunidades.
Pero cada uno de ellos, de los que pelean a diario, se muestran firmes en sus convicciones, ellos no caerán bajo la tentación del robo, no le quitarán sus bienes a otros, no harán la fácil, seguirán enviando a sus hijos al colegio y apostando por la educación como oportunidad para dar el gran salto, tratarán de alimentarlos de la mejor manera que puedan, ya no solo brindándoles comida sino con el impulso espiritual que sus principios potencian, dejando el legado del ejemplo como mayor riqueza.
Decididamente, la mayoría de los pobres hace su mejor esfuerzo por sostener sus ideales. Saben que el trabajo, el esfuerzo, el defender lo suyo es lo que deja la luz encendida para que se presente algún día la oportunidad de salir del pantano.
Lo otro, el acceso al dinero sin sacrificio, el prestarse a la esclavitud a la que invita a diario el clientelismo, es ceder en sus convicciones. Algunos han vulnerado ese umbral y hoy son carne de cañón de los perversos personajes del presente. Terminarán en una cárcel como delincuentes o tal vez solo sigan deambulando por las calles sin mas, pero de lo que estamos seguros es de que se trata de lo peor de nuestra sociedad. Intentar quedarse con lo ajeno, pretender que la sociedad toda los subsidie y se ocupe de lo que no pudieron no dignifica a nadie. Ser pobre y ser miserable son cosas bien distintas aunque algunos sigan confundiendo conceptos. Definitivamente no tiene que ver con la ausencia de recursos materiales, sino con aquellos, que son los menos, que abandonaron para siempre los principios morales independientemente de sus posibilidades económicas y que han pasado a ser parte de esa miseria que deshonra.
sábado, 25 de diciembre de 2010
Bendición Urbi et Orbi del Papa en el Vaticano: 'Libertad religiosa en China'
Bendición Urbi et Orbi del Papa en el Vaticano: 'Libertad religiosa en China'
25 de diciembre, 2010. '¡Feliz Navidad! Que la Paz de Cristo reine en vuestros corazones, en la familias y en todos los pueblos', dijo el Papa en español. En su tradicional discurso antes de la bendición Urbi et Orbi, el Papa denunció la persecución a los cristianos en China. Además, felicitó la Navidad en 65 idiomas.
"Que la celebración del nacimiento del Redentor refuerce el espíritu de fe, paciencia y fortaleza en los fieles de la Iglesia en la China continental, para que no se desanimen por las limitaciones a su libertad de religión y conciencia y, perseverando en la fidelidad a Cristo y a su Iglesia, mantengan viva la llama de la esperanza. Que el amor del «Dios con nosotros» otorgue perseverancia a todas las comunidades cristianas que sufren discriminación y persecución, e inspire a los líderes políticos y religiosos a comprometerse por el pleno respeto de la libertad religiosa de todos".
EL NIÑO ES EL MENSAJE
“Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz: y se llenaron de temor. El ángel les dijo: ‘No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor: y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre’” (Lucas 2:8-12, el énfasis es nuestro).
¡Qué señal más extraña! Un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Es extraña en dos sentidos. Primero, en el sentido de que no es nada espectacular, como un milagro portentoso o algo por el estilo. Segundo, en el sentido de que ¡a quién se le ocurre colocar a un niño recién nacido en el lugar donde comen los animales!
En cuanto a lo primero – la falta de algo espectacular o portentoso – el Señor de la Vida se nos presenta en la cotidianidad de la vida humana y no vestido de rey, sino de pañales, ni tampoco sentado en un trono, sino recostado en un pesebre. Este Rey (y es Rey de verdad) tampoco se presenta como alguien físicamente poderoso e imponente, sino como un niño. El Niño es el mensaje, es la señal. ¿Nos damos cuenta?
En cuanto a lo segundo – el pesebre – el Señor de la Vida se nos presenta en la más total abyección e indefensión. El pesebre fue necesario, “porque no tenían sitio en el alojamiento” (versículo 7). El pesebre es un “escándalo”. ¿Cómo es posible que el Rey, el Señor, en una palabra: Dios, se recueste en un pesebre? ¿Qué clase de mensaje es éste?
Un niño en un pesebre, ése es el mensaje, ésa es la señal. El primero, el niño, evoca ternura, sentido de responsabilidad, de atención, de cuidado, de protección, …, de amor. El segundo, el pesebre, evoca indignación, sentido de justicia, ¿cómo es posible tanto rechazo, tanta problemática, habiendo de todo en este mundo para todos?
El niño nos atrae. ¿Quién no sonríe ante un niño pequeño? El pesebre nos acusa. ¿Por qué no le dimos alojamiento? El niño es el amor; el pesebre es la conciencia del pecado, el cual bloquea el amor. Sin embargo, el pesebre hace falta. El pesebre nos “pincha” la conciencia, para que reaccionemos y amemos al niño.
A José y a María no les quedó más remedio que refugiarse en una cueva donde había un establo. La noche estaba fría, el peligro de ladrones o animales salvajes era real. No tenían otro recurso. “No tenían sitio en el alojamiento”. ¿No había sitio para una madre embarazada a punto de dar a luz? ¡Por favor!
José y María se habían podido preguntar: ¿De verdad hemos sido escogidos por Dios para traerlo al mundo? ¿Por qué nos pasa esto? ¿A quién se le ocurre ordenar un censo a esta hora? (Cf. los versículos 1 y 2.) ¿Por qué una mujer embarazada tiene que viajar en mula para cumplir con un dichoso censo? ¿Por qué no nos dieron alojamiento? ¿Por qué tenemos que colocar a nuestro hijo en un pesebre? ¿No es el Hijo de Dios? ¿Por qué tenemos que pasar por tantas dificultades y problemas? ¿Por qué pasa esto hasta en las mejores familias?” (¡Y ellos sí eran la Mejor Familia!)
¿Por qué se me rompió la computadora justamente en el momento que tengo que escribir un importante artículo provida? ¿No quiere Dios que defienda a Sus hijos por nacer? ¿Por qué no alcanza el dinero este mes para pagar la renta del centro de ayuda a la mujer? ¿Por qué tantas dificultades para conseguir voluntarios? ¿Por qué tanto rechazo y burla del mundo? ¿Por qué incluso nos rechazan hasta gente de la parroquia?
“¿Piensas que no puedo yo rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de ángeles?” (Mateo 26:53, Jesús a Pedro durante su arresto en el huerto de Getsemaní.)
¿Por qué Dios actúa así? ¿Por qué entró en el mundo rodeado de tantos problemas? ¿Por qué a los suyos les permite pasar por tantas dificultades precisamente para transmitir Su Evangelio, para defender la vida?
“Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza” (2 Corintios 12:9, Jesús mismo a Pablo, para que no se gloriara en sí mismo, sino en Él.)
¿No son las dificultades y los problemas parte integral del ministerio cristiano, del ministerio provida? ¿O son acaso circunstancias desafortunadas que se le “escaparon” a Dios de Sus manos? ¡Qué pensamiento tan monstruoso y tan ridículo! ¿Acaso la providencia de Dios termina donde comienzan las dificultades? ¿No son éstas vehículos de ofrecimiento a Dios para salvar vidas?
“Seréis como dioses” (Génesis 3:5). Así les dijo Satanás a Adán y a Eva. Los sedujo a arrebatarle el lugar a Dios. ¡Qué cosa tan ridícula! ¡Cómo si alguien pudiera lograrlo! La ironía es que Dios sí quiere que seamos como Él. ¿No nos creó a Su imagen y semejanza? (Véase Génesis 1:26-27). “Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mateo 5:48, Jesús a la multitud en el Sermón de la Montaña).
Dios quiere que seamos como Él por la vía de la gracia, de la humildad y de la cruz, y no por la vía del arrebato y la soberbia. Por eso vino a nosotros como un niño indefenso y pobre, para revertir el pecado fruto de la soberbia y mostrarnos el camino de la obediencia y la humildad.
El niño en el pesebre es el mensaje, es la señal. Es un mensaje, es una señal fuerte y contundente, pero suave y tierna al mismo tiempo. Es una señal escandalosa, porque escandaloso y ridículo ha sido, y todavía es, nuestro pecado: querer quitarle el lugar a Dios. El pesebre anticipa la cruz, el niño anticipa al Hombre que, en la cruz, derrotará al mal, al pecado, a Satanás y a la muerte. Los ángeles cantando en torno a José, María, los pastores y el propio niño anticipan la Resurrección, el triunfo definitivo.
El niño en el pesebre es la causa de Dios. La causa de la vida es la causa de Dios. La defensa de los niños y niñas por nacer es la causa de Dios. Nos lo ha dicho el Padre Juan Carlos Chávez, Director de la Red Latinoamericana de Sacerdotes y Seminaristas por la Vida de Vida Humana Internacional. Y tiene razón, toda la razón.
El foco de atención no eres tú, no soy yo, no somos nosotros. Es Él, son ellos, Sus hijos e hijas. Olvídate de ti mismo. No tienes que concentrarte en ti, ya tienes a Uno que todo el tiempo piensa en ti. ¿No vino acaso para ti como un niño? ¡Uno de nosotros es Dios! “Y la Palabra se hizo carne y puso su tienda entre nosotros” (Juan 1:14.) Jesús no estaba interesado en Él mismo, sino en ti y en mí. ¿No vino para nosotros! Su causa somos nosotros. Ahora la causa nuestra debe ser la de Él y esa causa son los niños y las niñas. Por eso vino como un niño. ¿No nos damos cuenta?
“¡No a nosotros, Yahveh, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria, por tu amor, por tu verdad!” (Salmo 115:1).
miércoles, 22 de diciembre de 2010
DIMENSIN SOCIAL DE LA FE
La urgencia de cambios eclesiales
En los años setenta y ochenta, tiempo de las inquietas y activas teologías de la praxis, o contextualizadas, los representantes de la teología política señalaban la urgencia de que los creyentes ‘desprivatizáramos’ nuestra fe, es decir, no la consideráramos únicamente como una experiencia religiosamente íntima, sino con proyección y compromiso social.
Hasta dentro de la misma Iglesia institucional se habían levantado protestas y manifestado inconformidades con un cierto proyecto de Iglesia estática, coludida con el capitalismo económico y el estatus quo político, y poco amiga de los pobres.
El Concilio Vaticano II había ya abanderado, para la Iglesia universal, itinerarios vivenciales y doctrinales más abiertos al mundo, a sus esperanzas y gozos; mas, sin embargo, las estructuras eclesiales se resistían a cambiar.
Implicación conciliar fue, finalmente, la de poner a los pobres en el centro de su corazón, es decir, de su preocupación. Solamente así quedaba, de hecho, ‘configurada evangélicamente’, según el espíritu de las ‘bienaventuranzas’.
Las orientaciones del Papa Pablo VI en orden a una evangelización integral
Afortunadamente, el Papa Pablo VI, contra mares y vientos, se entregó decididamente a la reforma de la Iglesia (cfr. Encíclica programática Eclesiam Suam, 1964) reclamada por el Concilio y, con sus espléndidas encíclicas sociales, marcó claramente un nuevo rumbo.
A manera de pruebas, nada más mencionamos, de sus documentos sociales, la encíclica Populorum Progressio (1967), sobre la dimensión moral del ‘desarrollo’; la exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi (1975) acerca de la nueva evangelización del mundo contemporáneo, incluyente de la categoría de la ‘liberación’ y la carta apostólica Octogesima Adveniens (1971), motivadora de la libertad de opción política de los católicos.
Gracias a las teologías mencionadas anteriormente y a este impulso doctrinal y práctico de Pablo VI, poco a poco, la Iglesia fue abrazando las grandes causas sociales de la humanidad, incorporándolas en su ‘misión evangelizadora’.
En efecto, la evangelización, si quiere ser correcta y fiel al Señor y a la misión de la Iglesia en el mundo, hoy, debe ser ‘integral’ e incluir la ‘promoción humana’ y la ‘lucha por la justicia’. Diversamente, quedaría ‘mutilada’ y alejada de la voluntad misma del Señor. Consecuentemente, tampoco la vivencia de la fe, sin apertura hacia los problemas y luchas sociales, y sin compromisos concretos para su solución, resultaría auténtica.
No acaso, el apóstol Santiago, en su carta, escribía que la fe sin obras está muerta: “Hombre tonto, ¿quieres convencerte de que la fe que no actúa no sirve?… La fe que no produce obras está muerta” (20 y 26).
La dimensión social de la fe
La dimensión social, en efecto, revitaliza la fe; le otorga dinamismo y la convierte en un gran impulso de transformación social. La conversión del corazón, que todo creyente es llamado a experimentar y vivir, debe complementarse con la transformación de las estructuras sociales.
Los creyentes, en fin, debemos salir de la cáscara del individualismo, que nos envuelve, para proyectarnos decididamente en acciones destinadas a modificar el ‘desorden establecido’ al que estamos atados y que, pecaminosamente, reforzamos con nuestra cómplice pasividad personal y apatía comunitaria.
También la Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual, del Concilio Vaticano II, recalca estos conceptos, cuando nos invita a no conformarnos con una ética meramente individualista: “La profunda y rápida trasformación de la vida exige con suma urgencia que no haya nadie que, por despreocupación frente a la realidad o por pura inercia, se conforme con una ética meramente individualista” (30).
Luego, en el mismo número, el documento continúa señalándonos el ‘deber humano y cristiano’, que tenemos, de participar en la construcción del bien común: “El deber de justicia y caridad se cumple cada vez más contribuyendo cada uno al bien común según la propia capacidad y la necesidad ajena”.
Conclusión
Como discípulos misioneros de Jesús reconocemos la grandeza de nuestra vocación y, por ende, la obligación de ‘producir frutos para la vida del mundo en la caridad’.
Además, no olvidemos que, como seres humanos, nacemos y somos esencialmente ‘sociales’. Hay, por tanto, vínculos de interdependencia que nos unen los unos a los otros y de los cuales no podemos prescindir. También la fe en Dios, que hemos recibido en don y aceptado libremente, desde luego, debe ser vivida como tal: en reciprocidad y solidaridad social.
Umberto Mauro Marsich
Fuente: Signo de los tiempos, Año XXVI, N. 209, diciembre 2010, p.12
martes, 21 de diciembre de 2010
“Explícame la persona”, nuevo lenguaje para responder a preguntas de siempre
Libro del filósofo Ramón Lucas Lucas, ilustrado y a todo color
ROMA, martes, 21 diciembre 2010 (ZENIT.org).- El autor del famoso libro "Bioética para todos", traducido en siete idiomas, aparece de nuevo ante el público con otro volumen que es un verdadero desafío: presentar un tema de filosofía con ilustraciones y diagramas a todo color. El resultado es "Explícame la persona" (Edizioni ART, Roma 2010, 288 páginas).
Ramón Lucas Lucas L.C., catedrático de Antropología Filosófica y Bioética de la Universidad Pontificia Gregoriana, responde con un lenguaje cercano a las preguntas más comunes sobre quién es la persona humana, cuál es su sentido, qué es el amor, por qué el sufrimiento, etc.
Sus respuestas ilustradas con diagramas y dibujos no están en las nubes de la filosofía abstracta, sino que tocan la vida diaria de cada persona.
En declaraciones a ZENIT, el filósofo reconoce que este libro, al igual que su obra precedente, busca llegar al gran público: "La comunicación tiene su importancia; no escribo para que el libro se quede empolvado en un almacén, sino para que llegue a la mente y el corazón de las personas".
En su caso, la filosofía no compite con el mercado de la publicidad, aclara. "Se sirve de él para transmitir contenidos, a veces abstractos".
Y se explica: "Nosotros hacemos las cosas porque tenemos motivos para ello. Pero estos motivos tiene que ser percibidos como válidos y actuales. El niño de cinco años no percibe el valor de cerrar la puerta con cuidado para que no se estropee, pero sí percibe el valor de tener la 'playstation' para jugar".
El autor aclara con este ejemplo su objetivo: "Por mucho tiempo no pude conseguir que mi hijo de cinco años dejase de dar portazos. No comprendía el motivo: el ruido que a otros molestaba a él le agradaba. Pero un día le di otra razón que él comprendió: 'La puerta se va a romper y habrá que gastar en componerla el dinero para tus juguetes'. Y desde entonces ni da portazos él, ni consiente que otros los den, repitiéndoles el motivo tal como él lo entendió"
Además de las viñetas, el texto es ilustrado por fotografías, dibujos, diagramas. Según Lucas Lucas, "el dinamismo de las imágenes es decisivo en la comunicación de las ideas. Plasmar un concepto en una foto o en un dibujo permite involucrar de manera más plena en la comprensión a los sentidos, haciéndola asequible a todos. Además, se trata también de una cuestión de educación".
Ante la sorpresa de su oyente, el profesor añade: "el famoso filósofo español Ortega y Gasset decía que la claridad en la expresión del propio pensamiento es la cortesía del filósofo. Es necesario hacer 'superficiales', en el sentido etimológico del término, las cosas profundas. Es decir, es necesario que salgan a la luz, a la superficie, sin que pierdan su importancia o seriedad".
El libro afronta el viejo tema de quién es la persona y cuál es su sentido en el mundo. "Pregunta siempre antigua y siempre nueva porque la respuesta la da cada uno con su vida --aclara el autor--; todas las personas de todo tiempo y lugar se la ponen y tratan de responderla con su vida".
"En realidad es una cuestión de valores --asegura--. Para quien ama la vida no es 'demasiado'; para quien busca el sentido del sufrimiento todo es nuevo y siempre poco".
"Con este libro no se va a conocer como ser formaron las células, ni en qué año se descubrió América. En las manos hay instrumento para conocerse a sí mismo que ayudará a pensar, a poseer una visión objetiva del mundo, del hombre y de Dios, que permita dar respuesta a los interrogantes que forman parte de la vida humana: el sentido de la vida y de la muerte, el sentido del bien y del mal, el fundamento de los valores, el sentido del dolor y la injusticia, etc.".
El libro, concluye, "está pensado para todos aquellos que no teniendo una formación filosófica específica, quieran conocer mejor quién es la persona humana. Creo que 'Explícame la persona' puede ayudar en los institutos de enseñanza media a que los muchachos afronten estos temas; en las universidades, para profundizar y sintetizar los conceptos fundamentales".
lunes, 20 de diciembre de 2010
LA ALEGRIA DE SER CRISTIANO
Anoche no podía dormir. Pero el insomnio que me ataca últimamente no es como el de antaño, sumido en un pozo de desesperanza y desilusión, incluso miedo, ante el descosido que era mi vida.
Hace pocos años, una Mujer lo remendó, y ahora, sabiéndome cristiano, hay noches que no puedo dormir de alegría. Se me hace larga e inútil la noche para seguir disfrutando durante el día de la inmensidad del milagro de la redención, de las innumerables cosas que suceden cada día y que solo percibes cuando vives en clave de Dios.
Pero hablemos de la Alegría. San Francisco, que no tuvo ninguna formación, se alegraba hasta rozar el éxtasis de admiración por una simple abeja que se posaba en una flor. ¡Y explotaba de alegría hasta quedarse sin habla! Este santo que le dio la vuelta a la Iglesia, que se ponía a bailar y cantar él sólo en medio de la campiña, ante la cruz de una ermita, sólo como digo o en compañía, no tuvo formación ninguna, sino experiencia de Dios. Ni estudió Teología ni fue sacerdote ni cenobita. Francisco navegó durante años en una tierra de nadie, o mejor dicho, en una tierra solo de Dios. Tampoco era miembro de ningún movimiento, ni corriente, ni prelatura personal, ni carisma. Era miembro de la Iglesia Católica de Jesucristo, y su alegría venía dada por un encuentro personal con Él, no por sus estudios, ni por sus formas, más bien extravagantes.
Si hoy viésemos a san Francisco, cuántos le acusarían de hippy, locuelo, irrespetuoso, mamarracho y hasta de naturista, teniendo en cuenta las veces que se despelotó entero delante de todo el pueblo. ¡Cómo me hubiese gustado ver esa escena! No digamos ya lo que se diría –lo que se dijo- de él desde que santa Clara, con sus dieciocho añitos y guapa hasta decir basta, se echó al monte a vivir con un montón de tíos. ¡Cuánto hubiese dado de sí su atrevimiento y falta de pudor en un blog de Internet! El resto de la historia, ya la conocéis. La cosa es que se puede ser buen cristiano sin ser cura ni fraile ni monja, en medio del mundo, y sin pertenecer al movimiento alguno, eso sí, siempre que seas alegre. No se puede ser buen cristiano no siendo alegre, por mucho que hayas estudiado Teología, o Derecho, o Lo que sea, ni por mucho movimiento al que pertenezcas. A mí la alegría no me la da lo que tengo -carrera, trabajo, familia- sino lo que soy: cristiano.
Sobre el sentimiento de alegría y el ser cristianos, comparto con vosotros que yo no soy cristiano o voy a Misa porque me sienta alegre, sino que soy alegre por ser cristiano, soy alegre porque Le tengo en la Eucaristía. Yo no me siento alegre, sino que lo soy, por la insondable inmensidad del encuentro con el Amor, un encuentro que se da cada día de forma no planeada, sorprendente y sorpresiva. Tener conciencia de lo que es el cristianismo, del impacto de la historia de Cristo en mi vida, me ha dado la alegría, una alegría incontenible que necesita expresarse, muchas veces en público en celebraciones dignas, cuidadas y respetuosas, repletas de cantos y bailes, como por ejemplo las que hacen en el Camino Neocatecumenal, o en el Festival de Jóvenes de Medjugorje, o en las JMJ, o en tantas parroquias y comunidades religiosas. Otras veces, sencillamente participando en la Liturgia sosegada y admirablemente respetuosa, cuidada al detalle, que comparto con las Hermanas de Belén en Sigena o con las Hermanitas del Cordero en Madrid. Porque en realidad, si es así o asá, si es con más o menos incienso, en el fondo a mí me importa poco, porque la alegría ya no me lo quita nadie. Me la quitaron en su día, pero la Santísima Madre de Cristo me la devolvió en una experiencia de Misericordia, porque eso soy yo, un herido de la Misericordia de Dios.
Ayer transcribí una entrevista a una monja, y hablábamos del Amor de Dios y de la alegría. Ella me contaba cómo ella era muy amada por Dios, y le pregunté que si eso era porque ella era monja o si también valía para mí. “No te has enterado de nada, Jesús –me dijo-. Dios no me ama porque yo sea monja, sino que yo me hice monja por lo mucho que me ama Dios, pero ya me amaba así antes de ser monja”.
He logrado reconocer la Alegría en lo ordinario de la vida, y la Alegría es Cristo, vivo, presente en cada cosa y en cada momento. Solo eso ya es extraordinario… porque, ¿qué es lo ordinario? Nada hay más ordinario en lo temporal que una Misa –solo en Madrid se celebra cada día más de mil- y sin embargo no hay nada más extraordinario en cuanto a su naturaleza. No hay nada más ordinario que ir a Misa cada día, y nada más extraordinario que cada una de todas esas misas.
Ser cristiano es una alegría que muchos cristianos necesitan expresar, entre ellos yo. Lo expreso en público bailando, cantando, riendo, escribiendo, jugando… en privado se queda entre Dios y yo. Pero nos reímos bastante, la verdad. Si alguien no lo vive así, bendito sea Dios. Y si sí, también bendito sea.
Ser católico me da alegrías que ninguna iglesia más me puede dar, como la que sentí el sábado al confesar. Y nadie, ni el mismísimo Demonio, al que he tenido el disgusto de saludar con más frecuencia de la que hubiese querido, me la podrá quitar esta semana en la que como he dicho, ya no puedo dormir, esperando ansioso y con una ganas de bailar que me muero, por celebrar que Cristo vive, que Cristo nació de la Virgen, que Cristo sonríe a todos los tristes del mundo diciéndoles que no, que Él tiene Alegría para dar y tomar y hacerte reventar de gozo. Hacerte reventar de gozo, digo, porque nada más grande ni más alegre puede suceder en la vida de un hombre que ese momento único, íntimo y trascendental como es el encuentro personal con Cristo. Y si no has vivido esto, no has conocido a Cristo, porque Cristo te revienta de alegría. “Estad alegres en el Señor. Os lo repito, estad alegres”.
Algo de razón tendré cuando san Pablo insiste en esa Alegría. La alegría cristiana no es un sentimiento, sino una actitud de vida, que en medio de los dolores y palos de cada día, te permite mirar al futuro con los ojos en llamas, sabiendo que ni si quiera la muerte es la última palabra de tu vida.
La Alegría no es un sentimiento que me hace ser cristiano, sino que es el ser cristiano lo que me hace alegre.
Esto que he escrito aquí no es una teoría, ni un conocimiento. Es un testimonio, y por tanto es irrebatible. Nadie le puede decir a alguien que cuenta que ha vivido algo, que no, que no lo ha vivido, que lo que ha vivido es otra cosa. Mi testimonio se podrá ignorar o acoger, pero no rebatir, y si alguien lo quiere discutir, que discuta antes con san Pablo, que es el que me dijo que estuviese alegre, y no convirtáis esto, esta semana precisamente, en una taberna de puerto del siglo XVII. ¡Cristianos, esta semana tened alegría!
“No tengáis miedo, porque vengo a traeros una buena noticia, que será causa de gran alegría para todos: en la ciudad de David os ha nacido hoy un salvador, que es el Mesías, el Señor. (…) Los pastores se volvieron dando gloria al Señor y alabándole”.
“Llenos de alegría porque seguían viendo la estrella, entraron en la casa y vieron al niño con María”.
www.religionenlibertad.com
miércoles, 15 de diciembre de 2010
INTELECTUALES CONTRA LA IGLESIA
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Un grupo de intelectuales, políticos, líderes sociales, analistas y comunicadores acaba de publicar un libro que titularon La Iglesia contra México. Dicen que miembros de la jerarquía católica estamos contra nuestro país, porque nos oponemos al laicismo, al aborto, a la píldora anticonceptiva, al “matrimonio” y a la adopción entre personas del mismo sexo. Aducen que obstaculizamos programas de educación sexual en las escuelas, la cartilla para adolescentes que recomienda el condón, la pastilla de emergencia o del día siguiente, las campañas masivas de promoción del condón. Argumentan que pretendemos imponer nuestra moral en las políticas públicas y que haya una religión de Estado, haciendo que la legislación “se subordine a las llamadas leyes de Dios, que no son otras que las que dicta el Vaticano”. Nos achacan encubrimiento de abusos sexuales por parte de clérigos. Dicen que por esto y por otras cosas, damos mala imagen y que nuestra Iglesia se ha debilitado ante el pueblo. ¡Cuánta parcialidad, cuánto manejo de datos, cuánta interpretación tendenciosa, cuánta ideología! Es verdad que hay fallas internas, que tratamos de corregir, pero ¿por qué tanto ensañamiento?
Por lo contrario, el pueblo sencillo nos aprecia, nos valora y nos tiene confianza. Con frecuencia vamos a las comunidades, sobre todo campesinas e indígenas, y nos reciben con vallas, confeti, collares de flores, vivas, saludos efusivos. Todos nos quieren saludar y nos agasajan con tortillas hechas a mano y un rico caldo de gallina de rancho. Nos comparten generosamente sus sencillas ofrendas y quieren sacarse fotos con nosotros. Yo regreso fortalecido, sobre todo cuando los medios de comunicación se solazan en difundir las fallas clericales, que tampoco se pueden negar, pero que se sobredimensionan. Los pobres y los que sufren siempre acuden con confianza en busca de ayuda. Los migrantes a donde con más seguridad se acercan es a nuestra Iglesia. Si estuviéramos en contra de México, no habría este cariño tan entrañable hacia nosotros. ¿Será esto lo que les causa encono?
JUZGAR
Dijo el Papa Benedicto XVI a los obispos de Brasil: “Vuestro deber como obispos, junto con vuestro clero, es contribuir a la purificación de la razón y al despertar de las fuerzas morales necesarias para la construcción de una sociedad justa y fraterna. Cuando, sin embargo, los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas lo exigieran, los pastores tienen el grave deber de emitir un juicio moral, también en cuestiones políticas.
Al formular estos juicios, los pastores deben tener en cuenta el valor absoluto de aquellos preceptos morales negativos que declaran moralmente inaceptable la elección de una determinada acción intrínsecamente mala e incompatible con la dignidad humana; tal elección no puede ser redimida por la bondad de cualquier fin, consecuencia o circunstancia. Por tanto, sería totalmente falsa e ilusoria cualquier defensa de los derechos humanos políticos, económicos y sociales que no incluyeran la enérgica defensa del derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Al defender la vida, no debemos temer la oposición e impopularidad, rechazando cualquier compromiso y ambigüedad que nos conformen con la mentalidad de este mundo. Sin la corrección ofrecida por la religión, la razón puede volverse víctima de ambigüedades, como sucede cuando es manipulada por la ideología, o pretende ser aplicada de una manera parcial, sin tener en consideración la dignidad de la persona humana" (28-X-2010).
ACTUAR
No debemos callar cuando se trata de defender el derecho a la vida y otros valores, inspirados en la revelación divina. No pretendemos imponer nuestro punto de vista; sólo exigimos libertad de presentarlo en la plaza pública. No anhelamos una religión de Estado, sino que éste sea realmente democrático y reconozca nuestro derecho a una más plena libertad religiosa, no sólo para ministros católicos, sino para todas las confesiones. No basta la libertad de credo y de culto; necesitamos libertad de expresión.
ACTUAR
No debemos callar cuando se trata de defender el derecho a la vida y otros valores, inspirados en la revelación divina. No pretendemos imponer nuestro punto de vista; sólo exigimos libertad de presentarlo en la plaza pública. No anhelamos una religión de Estado, sino que éste sea realmente democrático y reconozca nuestro derecho a una más plena libertad religiosa, no sólo para ministros católicos, sino para todas las confesiones. No basta la libertad de credo y de culto; necesitamos libertad de expresión.
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
SOBRE EL ADVIENTO
Por el Cardenal Joseph Ratzinger
«El Adviento y la Navidad han experimentado un incremento de su aspecto externo y festivo profano tal que en el seno de la Iglesia surge de la fe misma una aspiración a un Adviento auténtico: la insuficiencia de ese ánimo festivo por sí sólo se deja sentir, y el objetivo de nuestras aspiraciones es el núcleo del acontecimiento, ese alimento del espíritu fuerte y consistente del que nos queda un reflejo en las palabras piadosas con que nos felicitamos las pascuas. ¿Cuál es ese núcleo de la vivencia del Adviento?
Podemos tomar como punto de partida la palabra «Adviento»; este término no significa «espera», como podría suponerse, sino que es la traducción de la palabra griega parusía, que significa «presencia», o mejor dicho, «llegada», es decir, presencia comenzada. En la antigüedad se usaba para designar la presencia de un rey o señor, o también del dios al que se rinde culto y que regala a sus fieles el tiempo de su parusía.
Es decir, que el Adviento significa la presencia comenzada de Dios mismo. Por eso nos recuerda dos cosas: primero, que la presencia de Dios en el mundo ya ha comenzado, y que él ya está presente de una manera oculta; en segundo lugar, que esa presencia de Dios acaba de comenzar, aún no es total, sino que está en proceso de crecimiento y maduración. Su presencia ya ha comenzado, y somos nosotros, los creyentes, quienes, por su voluntad, hemos de hacerlo presente en el mundo. Es por medio de nuestra fe, esperanza y amor como él quiere hacer brillar la luz continuamente en la noche del mundo. De modo que las luces que encendamos en las noches oscuras de este invierno serán a la vez consuelo y advertencia: certeza consoladora de que «la luz del mundo» se ha encendido ya en la noche oscura de Belén y ha cambiado la noche del pecado humano en la noche santa del perdón divino; por otra parte, la conciencia de que esta luz solamente puede —y solamente quiere— seguir brillando si es sostenida por aquellos que, por ser cristianos, continúan a través de los tiempos la obra de Cristo.
La luz de Cristo quiere iluminar la noche del mundo a través de la luz que somos nosotros; su presencia ya iniciada ha de seguir creciendo por medio de nosotros. Cuando en la noche santa suene una y otra vez el himno Hodie Christus natus est, debemos recordar que el inicio que se produjo en Belén ha de ser en nosotros inicio permanente, que aquella noche santa es nuevamente un «hoy» cada vez que un hombre permite que la luz del bien haga desaparecer en él las tinieblas del egoísmo (...) El niño‑Dios nace allí donde se obra por inspiración del amor del Señor, donde se hace algo más que intercambiar regalos.
Adviento significa presencia de Dios ya comenzada, pero también tan sólo comenzada. Esto implica que el cristiano no mira solamente a lo que ya ha sido y ya ha pasado, sino también a lo que está por venir. En medio de todas las desgracias del mundo tiene la certeza de que la simiente de luz sigue creciendo oculta, hasta que un día el bien triunfará definitivamente y todo le estará sometido: el día que Cristo vuelva. Sabe que la presencia de Dios, que acaba de comenzar, será un día presencia total. Y esta certeza le hace libre, le presta un apoyo definitivo (...)».
Alegraos en el Señor
(...) “Alegraos, una vez más os lo digo: alegraos”. La alegría es fundamental en el cristianismo, que es por esencia evangelium, buena nueva. Y sin embargo es ahí donde el mundo se equivoca, y sale de la Iglesia en nombre de la alegría, pretendiendo que el cristianismo se la arrebata al hombre con todos sus preceptos y prohibiciones. Ciertamente, la alegría de Cristo no es tan fácil de ver como el placer banal que nace de cualquier diversión.
Pero sería falso traducir las palabras: «Alegraos en el Señor» por estas otras: «Alegraos, pero en el Señor», como si en la segunda frase se quisiera recortar lo afirmado en la primera. Significa sencillamente «alegraos en el Señor», ya que el apóstol evidentemente cree que toda verdadera alegría está en el Señor, y que fuera de él no puede haber ninguna. Y de hecho es verdad que toda alegría que se da fuera de él o contra él no satisface, sino que, al contrario, arrastra al hombre a un remolino del que no puede estar verdaderamente contento. Por eso aquí se nos hace saber que la verdadera alegría no llega hasta que no la trae Cristo, y que de lo que se trata en nuestra vida es de aprender a ver y comprender a Cristo, el Dios de la gracia, la luz y la alegría del mundo. Pues nuestra alegría no será auténtica hasta que deje de apoyarse en cosas que pueden sernos arrebatadas y destruidas, y se fundamente en la más íntima profundidad de nuestra existencia, imposible de sernos arrebatada por fuerza alguna del mundo. Y toda pérdida externa debería hacernos avanzar un paso hacia esa intimidad y hacernos más maduros para nuestra vida auténtica.
Así se echa de ver que los dos cuadros laterales del tríptico de Adviento, Juan y María, apuntan al centro, a Cristo, desde el que son comprensibles. Celebrar el Adviento significa, dicho una vez más, despertar a la vida la presencia de Dios oculta en nosotros. Juan y María nos enseñan a hacerlo. Para ello hay que andar un camino de conversión, de alejamiento de lo visible y acercamiento a lo invisible. Andando ese camino somos capaces de ver la maravilla de la gracia y aprendemos que no hay alegría más luminosa para el hombre y para el mundo que la de la gracia, que ha aparecido en Cristo. El mundo no es un conjunto de penas y dolores, toda la angustia que exista en el mundo está amparada por una misericordia amorosa, está dominada y superada por la benevolencia, el perdón y la salvación de Dios. Quien celebre así el Adviento podrá hablar con derecho de la Navidad feliz bienaventurada y llena de gracia. Y conocerá cómo la verdad contenida en la felicitación navideña es algo mucho mayor que ese sentimiento romántico de los que la celebran como una especie de diversión de carnaval».
Estar preparados...
«En el capítulo 13 que Pablo escribió a los cristianos en Roma, dice el Apóstol lo siguiente: “La noche va muy avanzada y se acerca ya el día. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistamos las armas de la luz. Andemos decentemente y como de día, no viviendo en comilonas y borracheras, ni en amancebamientos y libertinajes, ni en querellas y envidias, antes vestíos del Señor Jesucristo...”
Según eso, Adviento significa ponerse en pie, despertar, sacudirse del sueño. ¿Qué quiere decir Pablo? Con términos como “comilonas, borracheras, amancebamientos y querellas” ha expresado claramente lo que entiende por «noche». Las comilonas nocturnas, con todos sus acompañamientos, son para él la expresión de lo que significa la noche y el sueño del hombre. Esos banquetes se convierten para San Pablo en imagen del mundo pagano en general que, viviendo de espaldas a la verdadera vocación humana, se hunde en lo material, permanece en la oscuridad sin verdad, duerme a pesar del ruido y del ajetreo. La comilona nocturna aparece como imagen de un mundo malogrado. ¿No debemos reconocer con espanto cuan frecuentemente describe Pablo de ese modo nuestro paganizado presente? Despertarse del sueño significa sublevarse contra el conformismo del mundo y de nuestra época, sacudirnos, con valor para la virtud v la fe, sueño que nos invita a desentendernos de nuestra vocación y nuestras mejores posibilidades. Tal vez las canciones del Adviento, que oímos de nuevo esta semana se tornen señales luminosas para nosotros que nos muestran el camino y nos permiten reconocer que hay una promesa más grande que la del dinero, el poder y el placer. Estar despiertos para Dios y para los demás hombres: he ahí el tipo de vigilancia a la que se refiere el Adviento, la vigilancia que descubre la luz y proporciona más claridad al mundo».
Juan el Bautista y María
«Juan el Bautista y María son los dos grandes prototipos de la existencia propia del Adviento. Por eso, dominan la liturgia de ese período. ¡Fijémonos primero en Juan el Bautista! Está ante nosotros exigiendo y actuando, ejerciendo, pues, ejemplarmente la tarea masculina. Él es el que llama con todo rigor a la metanoia, a transformar nuestro modo de pensar. Quien quiera ser cristiano debe “cambiar” continuamente sus pensamientos. Nuestro punto de vista natural es, desde luego, querer afirmarnos siempre a nosotros mismos, pagar con la misma moneda, ponernos siempre en el centro. Quien quiera encontrar a Dios tiene que convertirse interiormente una y otra vez, caminar en la dirección opuesta. Todo ello se ha de extender también a nuestro modo de comprender la vida en su conjunto. Día tras día nos topamos con el mundo de lo visible.
Tan violentamente penetra en nosotros a través de carteles, la radio, el tráfico y demás fenómenos de la vida diaria, que somos inducidos a pensar que sólo existe él. Sin embargo, lo invisible es, en verdad, más excelso y posee más valor que todo lo visible. Una sola alma es, según la soberbia expresión de Pascal, más valiosa que el universo visible. Mas para percibirlo de forma viva es preciso convertirse, transformarse interiormente, vencer la ilusión de lo visible y hacerse sensible, afinar el oído y el espíritu para percibir lo invisible. Aceptar esta realidad es más importante que todo lo que, día tras día, se abalanza violentamente sobre nosotros. Metanoiete: dad una nueva dirección a vuestra mente, disponedla para percibir la presencia de Dios en el mundo, cambiad vuestro modo de pensar, considerar que Dios se hará presente en el mundo en vosotros y por vosotros. Ni siquiera Juan el Bautista se eximió del difícil acontecimiento de transformar su pensamiento, del deber de convertirse. ¡Cuán cierto es que éste es también el destino del sacerdote y de cada cristiano que anuncia a Cristo, al que conocemos y no conocemos!».
miércoles, 8 de diciembre de 2010
«El acontecimiento guadalupano fue una respuesta del amor de Dios»
Escrito por Jaime Septién
Domingo 05 de Diciembre 2010
ENTREVISTA
Nos habla el director del documental «1531, la historia que aún no termina», el experimentado director cinematográfico Antonio Peláez.
Por Jaime Septién
El documental «1531, la historia que aún no termina» fue realizado por la empresa Mediaquest. Lo dirigen y producen Antonio y Laura Peláez y presenta los hechos ocurridos en Nueva España tras la conquista de 1521 y las apariciones de la Virgen de Guadalupe diez años más tarde, en 1531. Se ha entrevistado al director del documental, el experimentado director cinematográfico Antonio Peláez, quien ha recibido numerosos premios y reconocimientos internacionales y que ha trabajado en compañías prestigiadas como Disney y la MGM, como fue el caso de su primera película Crystalstone, ganadora de siete premios internacionales como mejor película y mejor ópera prima.
¿Cuál es la principal línea argumental de «1531, la historia que aún no termina»?
Ante aquellos problemas infranqueables que existían para la evangelización de América, el acontecimiento guadalupano fue una respuesta del amor de Dios frente a un antagonismo entre dos pueblos que no se aceptaban ni comprendían, pero tenían puesta su mirada en Dios. «1531» busca comunicar el mensaje de esperanza y salvación de Dios que deja a través de su Madre la Virgen de Guadalupe a todos sus hijos; un mensaje que dignifica al ser humano y lo invita a no tener miedo ante la muerte, el dolor o la enfermedad.
¿La teología del acontecimiento guadalupano es algo que se sigue desplegando en el tiempo?
Buscamos contar simplemente algo que sucedió. Si la gente logra cuestionarse que todo eso realmente pasó, su vida ya no podrá seguir siendo igual. Existen acontecimientos históricos y personajes que pasan y quedan únicamente en el pasado. Jesucristo y la Virgen de Guadalupe no solo cambiaron la historia del mundo, sino que cambian la historia del hombre, nuestra propia historia. Su mensaje es un mensaje que te compromete, te cuestiona, porque habla de trascendencia, y nuestro futuro dependerá de lo que hagamos o dejemos de hacer.
¿Qué le dice hoy el acontecimiento guadalupano al espectador?
Para conseguir que la gente pueda entender lo que uno quiere comunicar con «1531» no basta con decir las cosas, tenemos que ir más allá de la razón; es decir, no únicamente presentar los hechos desde un punto de vista científico que cuestiona nuestro intelecto mostrando cosas inexplicables, sino que tenemos que saber llegar al corazón.
Para conseguir que la gente pueda entender lo que uno quiere comunicar con «1531» no basta con decir las cosas, tenemos que ir más allá de la razón; es decir, no únicamente presentar los hechos desde un punto de vista científico que cuestiona nuestro intelecto mostrando cosas inexplicables, sino que tenemos que saber llegar al corazón.
¿No le parece que el milagro guadalupano está tanto en la tilma como en la maravillosa inculturación del Evangelio, que se dio, a través del lienzo, en un México que recientemente había pasado por el trauma de la conquista armada de la gran Tenochtitlán por parte de los españoles?
Cuando Dios se da cuenta de que los hombres no lo entendían a través de su palabra, se hace uno de nosotros y se realiza la primera inculturación. Una segunda inculturación, desde mi punto de vista, es cuando Jesucristo viene al mundo nuevamente a través de su Madre, pero en esta ocasión no lo hace en Belén, sino en México.
Este nuevo parteaguas en la historia de la salvación crea una segunda alianza que, al igual que la primera, no va dirigida únicamente a los israelitas o mexicanos… sino a toda la humanidad. Sin embargo, la más cercana y más grande inculturación que hace Dios con el hombre es la que realiza de forma particular en la Eucaristía con cada uno de nosotros.
¿Quién es su público meta?
Esa es realmente una pregunta difícil, ya que cuando uno piensa que Dios quiere dirigirse a todos sus hijos a través de su Madre, uno quisiera trasmitir ese mensaje a todo público, y es por eso que nosotros simplemente nos propusimos contar la historia haciendo todo lo que estuviera de nuestra parte y le hemos dejado su parte a Dios nuestro Señor.
La difusión del DVD de 1531 está planteada para hacer sinergia con otros movimientos católicos que quieran sumarse al proyecto: ¿cómo será esto?
La difusión del DVD esta abierta a todo aquel que quiera ser parte del mensaje guadalupano. No estamos buscando un éxito que se refleje en taquilla o en pesos y centavos; las ganancias que buscamos se cuantificarán en el número de almas que puedan ser tocadas por este proyecto. Al no ser panes ni cobijas lo que estamos ofreciendo, los frutos espirituales serán algo muy difícil de cuantificar.
El mundo tiene hambre y tiene frío, y lo que sucedió hace casi cinco siglos es un mensaje de consuelo y esperanza que nos une bajo una misma Iglesia y bajo el amparo de una misma Madre que nos alienta a no tener miedo. Conocemos que en muchos países del mundo existe una gran devoción a la Virgen de Guadalupe y nuestro objetivo es ayudar a unir todas esas voces en una sola voz.
¿Cómo van los proyectos cinematográficos de Cristeros y La Rosa Azul?
Cristeros y La Rosa Azul ahora mismo están en textos únicamente. Son historias apasionantes que muestran que los valores humanos siempre van de la mano de los valores espirituales. Pienso que serán libros antes de ser películas, pero dejemos las cosas en manos de Dios y de la Santísima Virgen de Guadalupe.
Se puede obtener información del DVD en www.1531.mx
lunes, 6 de diciembre de 2010
"Sexualizando" a los niños
¿Qué pasa en Naciones Unidas y por qué nos afecta? La pregunta no es fácil de contestar, sin embargo daré un ejemplo, el más reciente.
El 25 de octubre, la Asamblea General de Naciones Unidas recibió un reporte radical de uno de sus “expertos”, el señor Vernor Munoz, quien proclama que existe un derecho humano internacional a una nueva, elucubrada, inaudita y confusa frase denominada “educación comprensiva de la sexualidad” (comprehensive sexual education).
El reporte “El Relator Especial Acerca del Derecho a la Educación” (The Special Rapporteur on the Right to Education) subraya principalmente cómo los niños tienen un supuesto derecho a la educación sexual “sin interferencia de los padres, de la religión y de ideas patriarcales anticuadas que fueron ideadas para reprimir la sexualidad”.
En otras palabras, de acuerdo a este reporte, a los niños de 5 años o aún de pre-escolar debe enseñárseles acerca de su “derecho” al placer sexual.
El reporte aduce que introducir la educación acerca de este supuesto derecho humano a “experiencias sexuales placenteras” requerirá que la homosexualidad y diversas identidades de género deben ser difundidas en las escuelas y enseñadas como algo normal.
En los primeros párrafos del reporte, Munoz expone sus ideas acerca de que la religión constituye un obstáculo para la satisfacción sexual. Afirma que la religión promueve el patriarcado y éste busca controlar la sexualidad, es “un sistema del orden social que impone la supremacía del hombre sobre la mujer… determina roles estrictos para hombres y mujeres y aun divide los sexos contra ellos mismos” (Párr. 7). El reporte añade que “la gente joven que cree en la completa igualdad de género, tiene mejor vida sexual” (Párr. 21).
Este texto ataca directamente las enseñanzas religiosas y culturales que enfatizan la abstinencia y considera los intentos de los padres de proteger a sus hijos de la inapropiada educación sexual como una “barrera” para los niños, quienes tienen “derecho” a la educación comprensiva de la sexualidad.
Además, advierte que en algunos casos “la educación sexual ha sido obstruida en nombre de ideas religiosas” y descabelladamente afirma que “la educación comprensiva de la sexualidad actúa como fiador de un entorno plural y democrático”.
Uno de los aspectos más inquietantes de este reporte son los esfuerzos del relator para disminuir la participación de los padres en la educación sexual de sus hijos, pues, según el reporte, en este aspecto los padres no tienen nada que ver.
Alude a la Convención sobre los Derechos del Niño (CRC, por sus siglas en inglés) y abiertamente afirma que una barrera para la educación sexual es “permitir a los padres que se eximan de esa educación” (Párr. 27) y que ésta debe ser una parte obligatoria de la educación primaria.
Tal parece que el relator cree que aun a los estudiantes de educación elemental debe enseñárseles acerca de su “derecho al placer sexual”. El matrimonio sólo se menciona en una ocasión en un contexto negativo (Párr. 69).
Extrañamente se refiere de manera continua al necesario papel del gobierno para proveer de “mejor vida sexual” para gente joven y al “objetivo de educación para la sexualidad”, es decir, no eduquemos a nuestros hijos, el gobierno les enseñará todo lo que ellos necesitan saber sobre sexualidad, ¿será esto posible?
No sólo eso, sino que no pierde la oportunidad de promover la “diversidad sexual” a través de los Principios Yogyakarta, documento subversivo que busca redefinir el género y promover reconocimiento legal y social, protección y promoción de todos los tipos de orientación sexual, mediante la de-construcción de los roles masculino y femenino y el apoyo a la “normalización” de un amplio rango de comportamientos sexuales.
Los países que apoyaron este reporte imponiendo su concepto de “derechos sexuales” al mundo, incluyeron a la Unión Europea (27 países), Canadá, Suecia, Noruega, Suiza, Liechtenstein, Argentina y Portugal.
Pero también muchos Estados miembros de la ONU lo rechazaron: la Federación Rusa, la Santa Sede, los Grupos Árabe y Africano, la Organización de Países Islámicos (OIC), CARICOM (Coalición de Estados Miembros Caribeños) y EU, que expresó su apoyo al derecho a la educación, pero añadió que no existe un derecho internacional a la educación comprensiva de la sexualidad.
Lo que la Santa Sede declaró acerca de este reporte, fue enfocado desde el punto de vista de los derechos anteriores de la familia y de los derechos y responsabilidades de los padres a la educación de sus hijos de acuerdo al mejor interés de los niños.
“Un hombre y una mujer unidos en matrimonio junto a sus hijos forman una familia que constituye la unidad grupal natural y fundamental de la sociedad (Declaración Universal de Derechos Humanos, 16-3).
“Esta institución es previa a cualquier reconocimiento por la autoridad pública, que tiene la obligación de reconocerla. En la familia el niño aprende valores morales, comienza a honrar a Dios y a hacer buen uso de su libertad. La vida familiar es el inicio de la vida en sociedad”.
Menciona además que otros instrumentos internacionales han afirmado consistentemente el derecho y responsabilidad de los padres a la educación de sus hijos: CRC (Art. 18,1); la Convención Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos y el Convenio sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales que llaman al respeto de la libertad de los padres “para asegurar la educación religiosa y moral de sus hijos en conformidad con sus propias convicciones” (ICCR, Art 184 y ICESCR, Art. 13,3).
CARICOM entregó una declaración criticando fuertemente el reporte: “De acuerdo al entendimiento de CARICOM, un derecho a la educación sexual, un derecho a la educación comprensiva de la sexualidad o un derecho a la educación de la sexualidad, no existen en ningún instrumento de derechos humanos acordado internacionalmente…
“Por tanto nosotros deseamos interponer y asentar nuestra fuerte desaprobación de este intento por el Relator Especial para crear un nuevo derecho dentro del derecho a la educación universalmente establecido, habiéndose excedido en su mandato y al mandato del Consejo mismo en el proceso… Nosotros lo tomamos como una ofensa del Relator Especial, al haberse permitido introducir sus intereses personales a expensas de los Estados Miembros”.
Sin embargo no todo ha terminado. Un delegado de NU advirtió que todavía se necesita permanecer en alerta, ya que las naciones que apoyaron el reporte sexual radical aún tratarán de que éste sea endosado, al deslizarlo en alguna resolución e intentar legitimarlo.
Lo importante es que la oposición que se desató contra este reporte del Relator Especial de NU a través de Internet, de la Santa Sede y de coalición de países dejó claro un mensaje importante: ¡No existe un derecho internacionalmente reconocido a la educación comprensiva de la sexualidad!
(Por Norma Mendoza Alexandry de Yoinfluyo.com 18/11/2010)
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