“Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz: y se llenaron de temor. El ángel les dijo: ‘No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor: y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre’” (Lucas 2:8-12, el énfasis es nuestro).
¡Qué señal más extraña! Un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Es extraña en dos sentidos. Primero, en el sentido de que no es nada espectacular, como un milagro portentoso o algo por el estilo. Segundo, en el sentido de que ¡a quién se le ocurre colocar a un niño recién nacido en el lugar donde comen los animales!
En cuanto a lo primero – la falta de algo espectacular o portentoso – el Señor de la Vida se nos presenta en la cotidianidad de la vida humana y no vestido de rey, sino de pañales, ni tampoco sentado en un trono, sino recostado en un pesebre. Este Rey (y es Rey de verdad) tampoco se presenta como alguien físicamente poderoso e imponente, sino como un niño. El Niño es el mensaje, es la señal. ¿Nos damos cuenta?
En cuanto a lo segundo – el pesebre – el Señor de la Vida se nos presenta en la más total abyección e indefensión. El pesebre fue necesario, “porque no tenían sitio en el alojamiento” (versículo 7). El pesebre es un “escándalo”. ¿Cómo es posible que el Rey, el Señor, en una palabra: Dios, se recueste en un pesebre? ¿Qué clase de mensaje es éste?
Un niño en un pesebre, ése es el mensaje, ésa es la señal. El primero, el niño, evoca ternura, sentido de responsabilidad, de atención, de cuidado, de protección, …, de amor. El segundo, el pesebre, evoca indignación, sentido de justicia, ¿cómo es posible tanto rechazo, tanta problemática, habiendo de todo en este mundo para todos?
El niño nos atrae. ¿Quién no sonríe ante un niño pequeño? El pesebre nos acusa. ¿Por qué no le dimos alojamiento? El niño es el amor; el pesebre es la conciencia del pecado, el cual bloquea el amor. Sin embargo, el pesebre hace falta. El pesebre nos “pincha” la conciencia, para que reaccionemos y amemos al niño.
A José y a María no les quedó más remedio que refugiarse en una cueva donde había un establo. La noche estaba fría, el peligro de ladrones o animales salvajes era real. No tenían otro recurso. “No tenían sitio en el alojamiento”. ¿No había sitio para una madre embarazada a punto de dar a luz? ¡Por favor!
José y María se habían podido preguntar: ¿De verdad hemos sido escogidos por Dios para traerlo al mundo? ¿Por qué nos pasa esto? ¿A quién se le ocurre ordenar un censo a esta hora? (Cf. los versículos 1 y 2.) ¿Por qué una mujer embarazada tiene que viajar en mula para cumplir con un dichoso censo? ¿Por qué no nos dieron alojamiento? ¿Por qué tenemos que colocar a nuestro hijo en un pesebre? ¿No es el Hijo de Dios? ¿Por qué tenemos que pasar por tantas dificultades y problemas? ¿Por qué pasa esto hasta en las mejores familias?” (¡Y ellos sí eran la Mejor Familia!)
¿Por qué se me rompió la computadora justamente en el momento que tengo que escribir un importante artículo provida? ¿No quiere Dios que defienda a Sus hijos por nacer? ¿Por qué no alcanza el dinero este mes para pagar la renta del centro de ayuda a la mujer? ¿Por qué tantas dificultades para conseguir voluntarios? ¿Por qué tanto rechazo y burla del mundo? ¿Por qué incluso nos rechazan hasta gente de la parroquia?
“¿Piensas que no puedo yo rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de ángeles?” (Mateo 26:53, Jesús a Pedro durante su arresto en el huerto de Getsemaní.)
¿Por qué Dios actúa así? ¿Por qué entró en el mundo rodeado de tantos problemas? ¿Por qué a los suyos les permite pasar por tantas dificultades precisamente para transmitir Su Evangelio, para defender la vida?
“Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza” (2 Corintios 12:9, Jesús mismo a Pablo, para que no se gloriara en sí mismo, sino en Él.)
¿No son las dificultades y los problemas parte integral del ministerio cristiano, del ministerio provida? ¿O son acaso circunstancias desafortunadas que se le “escaparon” a Dios de Sus manos? ¡Qué pensamiento tan monstruoso y tan ridículo! ¿Acaso la providencia de Dios termina donde comienzan las dificultades? ¿No son éstas vehículos de ofrecimiento a Dios para salvar vidas?
“Seréis como dioses” (Génesis 3:5). Así les dijo Satanás a Adán y a Eva. Los sedujo a arrebatarle el lugar a Dios. ¡Qué cosa tan ridícula! ¡Cómo si alguien pudiera lograrlo! La ironía es que Dios sí quiere que seamos como Él. ¿No nos creó a Su imagen y semejanza? (Véase Génesis 1:26-27). “Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mateo 5:48, Jesús a la multitud en el Sermón de la Montaña).
Dios quiere que seamos como Él por la vía de la gracia, de la humildad y de la cruz, y no por la vía del arrebato y la soberbia. Por eso vino a nosotros como un niño indefenso y pobre, para revertir el pecado fruto de la soberbia y mostrarnos el camino de la obediencia y la humildad.
El niño en el pesebre es el mensaje, es la señal. Es un mensaje, es una señal fuerte y contundente, pero suave y tierna al mismo tiempo. Es una señal escandalosa, porque escandaloso y ridículo ha sido, y todavía es, nuestro pecado: querer quitarle el lugar a Dios. El pesebre anticipa la cruz, el niño anticipa al Hombre que, en la cruz, derrotará al mal, al pecado, a Satanás y a la muerte. Los ángeles cantando en torno a José, María, los pastores y el propio niño anticipan la Resurrección, el triunfo definitivo.
El niño en el pesebre es la causa de Dios. La causa de la vida es la causa de Dios. La defensa de los niños y niñas por nacer es la causa de Dios. Nos lo ha dicho el Padre Juan Carlos Chávez, Director de la Red Latinoamericana de Sacerdotes y Seminaristas por la Vida de Vida Humana Internacional. Y tiene razón, toda la razón.
El foco de atención no eres tú, no soy yo, no somos nosotros. Es Él, son ellos, Sus hijos e hijas. Olvídate de ti mismo. No tienes que concentrarte en ti, ya tienes a Uno que todo el tiempo piensa en ti. ¿No vino acaso para ti como un niño? ¡Uno de nosotros es Dios! “Y la Palabra se hizo carne y puso su tienda entre nosotros” (Juan 1:14.) Jesús no estaba interesado en Él mismo, sino en ti y en mí. ¿No vino para nosotros! Su causa somos nosotros. Ahora la causa nuestra debe ser la de Él y esa causa son los niños y las niñas. Por eso vino como un niño. ¿No nos damos cuenta?
“¡No a nosotros, Yahveh, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria, por tu amor, por tu verdad!” (Salmo 115:1).
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